martes, 10 de noviembre de 2009

SORIA II

Don Alfredo erre que erre, “no se apeaba de la burra" demostró ser rencoroso y de nuevo me suspendió. Sinceramente creo, y conmigo esta­ban muchos compañeros, que no se concibe sacar un sobresaliente en 1º de Francés y dos suspensos consecutivos, en junio y en septiembre en 2º curso a poco que se haya estudiado la asignatura.

Este mismo verano del 32, perdía dos buenos amigos: José Antonio Bernal se trasladaba a Burgos con su familia y Emilio que se iba al convento de Franciscanos de Zarauz.

A cambio entran otros dos en juego. Uno es mi primo Santiago Delso Elías también de Hontoria, hijo de mis primos Anatolia y Félix y nieto de mi tía Engracia. Tenía dos años y me dio menos que yo y empezaba a estudiar para septiembre, Nos encariñamos profundamente siempre estábamos juntos, nos llamaban los "Mellizos" más por nuestra inseparabilidad que por nuestra semejanza, y con él había de empezar y transcurrir mi adolescencia., con su transformación, problemas, etc. y los primeros contactos con chicas. El otro gran amigo fue Teodoro Ronco Martín, hijo de un carabinero, estudiante de mi mismo curso, que seguiría nuestra misma trayectoria en nuestros in­cipientes romances. A pesar de mi tardío desarrollo, pues seguía siendo el "Chiquitín" del curso, a pesar de ese complejo que seguía teniendo por mi tartamudez y de mi consecuente timidez, esa mayoría de edad respecto a mi peña de amigos, me daba un tono de líder del que yo hacia un uso discreto y consecuentemente con este velado pero real liderazgo, influía más que los demás en la vida de grupo o de pandilla. Otros factores que contribuían a esta situación, además de la edad, eran mi agilidad, mi posición social, mi situación cén­trica en la Ciudad, etc. Todo esto contribu­ía a que las reuniones fuesen en mi casa y cuando eran al aire libre, nuestro lugar de cita era a la sombra de un olmo, "la Pelona", en la parte alta de la Dehesa.

Nuestros vecinos eran gente decía se media. Enfrente, 2º derecha, teníamos un-matrimonio, ya mayor. D. Hilarión Ortega, policía retirado y su mujer la Sra. Micaela, tenían varios hijos, en aquella época ya ma­yores, el más pequeño Eloy tenía los 15 años. Mi madre solía jugar la partida de cartas dominguera con la Sra. Micaela, lo que quiere decir que las relaciones eran buenas, única­mente enturbiadas por mis travesuras de escalera que no soportaba muy bien D. Hilarión. Debajo de nosotros, en el 1º iz. vivía el Administrador del Vizconde de Eza y en el 1º der. Dª. Casilda, tía de mi compañera de curso, Pura de Diego, los cuatro formábamos una pequeña comunidad de vecinos muy unida.

Mi formación moral y religiosa es­taba consolidada a base de cuatro puntales formidables o al menos a ellos atribuí yo mi formación: mi madre, mi madrina, el Colegio y mis primeros amigos de Soria. Pero seguía siendo travieso, a veces con malos instintos; a más de un perro martiricé, no me faltaba el clásico tiragomas, con el que algún cris­tal doblé y a más de un viandante molesté, era el "quinceno", aunque formado en un sano ambiente familiar y, el respeto a mis padres y mayores nunca me faltó. Pian pianito, empieza mi tercer curso de Bachiller con una asignatura más por obra y gracia de D. Alfredo Gómez Robledo. En el Instituto seguíamos con D. Lorenzo en Geometría, D. Alfredo en Francés y D. Federico y su hija de profesor y auxiliar de Dibujo respectivamente y dos profesores nuevos; D. Mariano, sacerdote navarro de Latín y, ahora que no me oye, diré que bastante hueso y Pacheco, Alcalde de Soria, de Historia de España, era un señor elegante y tenía un estilo fumando impresionante. Era un profesor normal y corriente. Yo no logré con él la meta que esperaba alcanzar. Volviendo a D. Mariano, diré que fue el que creó en el curso el "pelotón de los torpes" que ocupaban las cuatro mesas centrales. Era exigente y, por supuesto, que nos hizo estudiar latín. Este pelotón estaba en constante renovación, hay que decir que algunos no salían y que otros, inexplicablemente, no lo llegamos a pisar. Al final tuve la suerte de aprobar, cosa que sinceramente, casi no me explico, y no es que no supiese, sino que el Latín no se me daba.

Fue un curso discreto, saqué todo el curso, incluido los dos cursos de francés, pero fue un aprobado tipo "standar". El Francés siguió siendo mi caballo de batalla a lo largo de todo el curso. D. Alfredo erre que erre no cejaba y a la primera de carga, me puso en la parte de las chicas, a mi solito en la 3ª. mesa, las dos primeras estaban ocupadas por las 10 chicas, para así controlarme mejor, pues D. Alfredo había cogido un concepto de mi, fatal, y allí tuve que demostrarle que no era tan vago, ni tan torero de clases, ni tan mala persona como él creía, y no digamos que fue nada fácil esta demostración para él, porque aproximándose el fin de curso, yo veía la cosa más negra que tiznada y hasta las compañeras le llegaron a decir a mi hermana que si yo quería aprobar el Francés tendría que marcharme a otro instituto.

Afortunadamente al final claudicó. No me leyó entre los suspensos de 3º, y como yo tenía pendiente el de 2º, al salir me quedé para decírselo, ya que mientras no tuviese firmado el aprobado de 2º no podía firmarme la papeleta de 3º. Esto para mí supuso un terrible sofoco y no digamos con temor sino con pánico, cerval le planteé este asunto y por primera vez en dos años saboreé la sonrisa y simpatía de D. Alfredo; me pidió la papeleta de 2º, me la firmó en el acto y con ella firmada me mandó a Secretaría a por la de 3º para que se la presentase. Con este gesto terminó mi contacto con D. Alfredo, gesto que borró todo lo anterior y dejó en mi un sedimento de aprecio hacia él, a pesar de todos los pesares y, de todas las amarguras anteriores.

En el ambiente de chicos, aparecen las chicas, es en juegos de barrio y en ambiente de vecinos. También en el círculo de amigas de mi hermana, pues seguía siendo el "hermano pequeño". Entre estas, estaba mi prima Aurora y más aún Juanita. Miguel Verde; era algo mayor que Gaudi, yo seguía siendo un niño, 'Juanita me llevaba de la mano, me mimaba, me daba caramelos, era una hermana mayor de calle para mi. Yo llegué a sentir un gran aprecio por ella, podría decir que me llegué a enamorar de la forma que lo puede hacer un chiquillo de 13 años, platónicamente, cándidamente, ingenuamente.

En un plano de igualdad, había tres vecinitas que vivían en Aduana 21, es decir,

junto a casa: Las hermanas Teodora y Luisa, hijas del herrero Sotero Mayor. Eran 7 hermanos. Teodora un año menos que yo y Luisa 2 años menos que su hermana. La otra era Eulalia Pérez, hija de un maestro jubilado por enfermedad. Otra era Julia, la carbonera. Todas jugaban con nosotros en el barrio a los juegos del tiempo, quizá al que más a "Justicias y ladrones". Luisa y yo éramos los que más corríamos. Teodora a sus 13 años era la más asentada, Eulalia era menudita y para mi gusto la más guapa y Julia la más arisca y antipática. Nosotros éramos Santiago, Ronco y yo. Formábamos un trío inseparable para completar el cuarteto se nos unía algún vecino más como Felipe o algunos veranos Germán que habitualmente vivía en Toro con su abuela; era hermano de Pablo y Bernabé.

Eran unas amigas encantadoras y pronto manifestamos nuestra predilección. Ronco se sintió atraído por su tocaya Teodora, Santiago por Luisa y yo por Eulalia. Seguíamos jugando todavía, no pensábamos en el paseo, pero aquella predilección pronto se transformó en afecto y una noche yo tuve un sueño feliz con Eulalia y a partir de aquel día el afecto se convirtió en amor, amor platónico sí, pero amor puro y sincero como nunca había de volver a sentirlo: Había surgido mi primer amor, un amor invisible, impalpable y de momento puedo asegurar que unilateral, además era tan mío que por mi natural timidez era incapaz de una manifestación amorosa y mucho menos de una declaración. Yo sentía la felicidad cerca de Eulalia, a veces me conformaba con contemplarla furtivamente por la rendija detrás de una puerta. Si me asomaba a un balcón o ventana de mi casa, la primera mirada era a sus balcones, si subía por la C/ Sanz del Río (hoy del Instituto) a su balcón iban mis miradas, siempre furtivas, siempre disimuladas, siempre tímidas, pero siempre deseosas de posarse en ella. En estos principios, yo tenía. 14 años y Eulalia 12. A veces teníamos "la osadía" de invitarlas a algo, unos cacahuetes, unos caramelos y entonces lo hacíamos los tres en bloque, uno solo, jamás nos hubiéramos atrevido, ellas tenían que notarlo a pesar de nuestras cautas y temerosas precauciones. Eulalia era sobrina del Sr. Esteban, alias "Severo", el conserje del Instituto a quien los estudiantes no endulzábamos mucho la vida. Quizá y sin quizá fuesen estas románticas aventuras infantiles y adolescentes, la causa de aquel 3º curso tan ramplón, todos aprobados sí, pero eso, aprobados. Lo cierto es que yo me sentía feliz. Así en esa preidílica situación pasamos aquel 3º curso de 1.932-33.

La política para mí, era intranscendente. Era lo que se decía entonces. "de derechas". Sí que oía conversaciones de descontento y alarma, Sanjurjo se habla sublevado el 10 de agosto del 32 en Sevilla, rebelión que fue sofocada y Sanjurjo y otros cómplices fueron deportados a Villa Cisneros, pero a pesar de todo me importaba un comino la política. En lo religioso, seguía más firme en mis creencias. Era un cristiano convencido, ortodoxamente católico, Mi confesor era el P. Timoteo, bueno, yo creo que era el confesor de todos los chicos de Soria. Seguía de monaguillo, ahora en San Juan de Rabanera y poco después sería en el Carmen, donde se daba la circunstancia de que el Capellán de las monjas (entonces no había frailes en el Carmen) se llamaba D. Félix Carretero, el sacristán era Félix, el zapatero y yo el monaguillo también Félix, el otro monaguillo era Santiago.

También en este curso estrené traje de pantalón largo, era un color café con leche oscuro y rayado y "chanchullo" y con este traje me saqué la primera foto de mi vida con mi hermana. Mi hermana era ya una mocita hecha y derecha, yo creo que era muy guapa, alta, morena que daba ocasión a ser bastante solicitada. En esta foto teníamos 17 y 14 años, era noviembre de 1.932.

Mi hermana y yo seguíamos peleándonos mucho. Esto no mermó nunca nuestro amor fraterno, pues como vengo diciendo, yo iba mucho con ella, y como decía mi madre: "con lo que se pegan y no saben ir solos ni a mear".

En estas peleas y pugna entre hermanos, entraba el "chivateo". Yo me chivateaba si la veía con chicos y ella se chivaba cuando me veía fumar, si bien mi padre pasaba bastante del Chivateo y de aquellas diferencias fraternas.

Mi casa, puedo decir que, era de toda la familia. Allí venían de Narros, de Amajano, del Cubo de la Sierra, de Viana de Duero, de Arévalo de la Sierra, de Judes, etc. lo mismo Millanes, Herreros que Cebrianes. Debía ser sumamente acogedora, si bien a mi hermana, sobre todo, y a mí también, no nos hiciese mucha gracia aquello de tener huéspedes todos los jueves del año por mercado y las Fiestas de San Juan, incluso cualquier día de la semana porque había que resolver algún asunto en la ciudad. Otros rebasando estas frecuentes visitas se aposentaban algunas temporaditas, es decir que era una auténtica pensión, pero eso sí, gratuita. Además mi padre era una especie de introductor y conductor de aquellos que venían a él. Se había creado en Soria un aceptable ambiente, que había de crecer más con los años: Insisto que mi padre, pese a ser labrador, tenía un don de gentes poco común.

En mi casa, como en la clase media de entonces, se comía el clásico cocido que por las dichas circunstancias había que añadir un plato extra, que solía ser a base de salchichas o pescado. En los cumpleaños mi padre compraba siempre pasteles y nunca faltaron los turrones en Navidad, los buñuelos de viento y huesos de santo, en los Santos y los hormigos en la noche de San Antón. A esto se improvisaba, la repostería casera de mi madre que de vez en cuando hacía rosquillos, cañas ó churros:

Llegamos al verano del 33 con todo el curso aprobado y yo fui a pasar un veranillo a Villalmanzo, a casa de mi hermano Lucio. Mis amigos eran chicos que habían sido discípulos suyos y allí empecé a bailar con aquel movimiento de "dos pasitos con el pie derecho y dos con el izquierdo" y al final conocí una chica, Martina, muy maja, al menos a mi me gustaba y con ella bailé en la romería de Manciles, donde fui su "galán de compañía" con mis 15 años. Lo pasé en Villalmanzo fenomenalmente. El ser hermano del maestro me abrió las puertas de muchas amistades.

Durante mi estancia Veraniega en Villalmanzo cogí varias fiestas: La Virgen de Agosto, Las Reliquias, La Romería de Manciles y Las Fiestas de Lerma.

En las cercanías había maestros que frecuentaban la casa de mi hermano: D. Isidro, maestro de Quintanilla del Agua, D. Tomás Gil de Villamayor, etc. Eran jóvenes. Un día, estando yo, se juntaron en Villalmanzo, y mi hermano me mandó a por tres puros, D. Isidro insinuó, que por qué no cuatro (uno para mi, Lucio me encargó los tres y aceptó que me permitiría fumar un pitillo. El sabía que yo fumaba, pero yo me ocultaba de él como de mi padre, pues siempre tuvimos mucho respeto a mi hermano Lucio; no obstante ante la insistencia y las garantías que me dio ante los compañeros, me permitió fumar un pitillo y pronto se dieron cuenta de que me tragaba el humo.

En Villalmanzo mi vida era muy variada. Me iba con los amigos a los majuelos, de paseo al baile, etc.

Al regreso paré en Hontoria, a las fiestas de San Cosme y San Damián, donde confirme mi alternativa de bailarín que había tomado en Villalmanzo. Lo pasé muy bien e hice la intención de volver más veces Villalmanzo y Hontoria, sin embargo con qué ilusión volvía a Soria, atraído por aquel callado amor a Eulalia y toda aquella ilusión se reducía poderla ver y a poderla mirar; esto bastaba para hacerme feliz. Mis sueños dormidos y despiertos giraban en torno a esta ilusión.

Ya en Soria de regreso de vacaciones, el tiempo venía justo para comenzar el curso.

En 4º teníamos Álgebra y Trigonometría con D. Lorenzo, Latín, con D. Felipe Andrés, Historia Universal, con D. Juan Antonio Gaya y Literatura con una Sra. Empezando por ésta última que no me acuerdo como se llamaba, recuerdo su fisonomía y su labor profesional con simpatía, solo sé que era la Sra. del Sr. Tudela, soriano de solera cultural. El curso de Latín, fue un auténtico choteo, debido a la excesiva bondad de D. Felipe. Este era un sacerdote pequeño, llenito de carnes, con su nevada cabeza y por supuesto ya muy mayor. Opino que merecía estar en los altares, pero al terminar el 2º curso de Latín, todos sabíamos menos Latín que cuando el 1º. A mi me dio notable y me parece que fue la nota mínima, pues yo no sé de nadie que se quedase en aprobado. En cuanto a las Matemáticas de 4º, álgebra y Trigonometría me resultaban inasequibles e inexpugnables. Dábamos la clase en un aula del 1º piso y desde el primer día me puse en la primera mesa y el más próximo a D. Lorenzo. Realmente era una temeridad ponerse tan a tiro del "Chispillas", pues además conociéndole, sabía que me exponía a un constante bombardeo de preguntas que no contestasen los demás, y que no resolviendo yo iba a ser causa de un permanente ridículo, sin, embargo, me atuve, conscientemente a estas consecuencias que, realmente se dieron, pero que al final también, llegué a vencer a costa de poner mi voluntad a prueba. Después siendo maestro me di cuenta de que posiblemente D. Lorenzo se dio cuenta de mi lucha, de mi esfuerzo y de mi constancia y de ahí que se estableciera una corriente de simpatía recíproca entre los dos y que dio como fruto no que el estudio, que al principio me resultase odioso, sino que acabase por agradarme y yo veía como los dos últimos meses y sobre todo el último mes pude superar todas las malas notas del curso, que no eran pocas.

Todavía el primero de mayo hicimos un compromiso de Sebastián López Alfaro y yo, consistente en que si yo aprobaba le invitaría a una "Lengua de Obispo"; y él que había llevado, mejor curso me invitaría a mí a otra si le daban notable. A los 22 días recogíamos las notas con la sorpresa al encontrar resultados inversos, el notable era el mío y el aprobado el suyo. Así terminó con D. Lorenzo Cabrerizo del que, con su genio avinagrado y vivo, guardo un grato recuerdo. Todavía recuerdo aquellas frases tan suyas como esta: "alcachofa más escupidera igual a zapatilla rusa". Estudié con él tres cursos y fue una escala ascendente: en 2º suspenso; en 1º aprobado y en 4º notable.

En Historia Universal tuve, la no muy buena suerte de tener un profesor de lejano parentesco (su abuela paterna era prima carnal de mi padre), pero lo suficiente para que pensasen muchos que yo tenía un chollo y el mismo profesor se encargó de demostrar con su actuación más que con su imparcialidad, que allí no había el supuesto enchufe. Esta asignatura era una de las mías y la llevé muy bien todo el curso. La estudiamos por el "Clío" de Ballesteros y al final dio dos clases de notas, unas en firme y otras de aspiración a nota superior. Yo esperaba sobresaliente con opción a matrícula de honor pero me dio notable y, claro es, me presenté y conseguí el sobresaliente, pero no había más que una opción y tuve que plantarme, y quedarme sin la nota máxima de honor.

El 6 de octubre del 33 nacía Carmiña, mi segunda sobrina o mejor dicho primera sobrina en Villalmanzo.

Este año, voy saboreando la política. Me voy dando cuenta, de lo que son las derechas y las izquierdas. Mi política no era de acción, convicción o formación, sino más bien de información, yo diría de simpatía y de influencia, familiar y de un ambiente. Aunque yo siempre fui más HERRERO que Millán y heredé, muchas cosas de mi padre y una de ellas fue esta política tangencial. MI padre era lo que se dice apolítico; pero la participación en política de D. Gregorio Arranz Olalla, le arrastró a tomar parte activa en estas lides. D. Gregorio era natural del pueblecito de Muñecas abogado y, como tal, había intervenido en ciertos pleitos derivados de la herencia mexicana y posiblemente en los de la suerte de pinos de Quintanar, en todos ellos había salido favorecido o vencedor mi padre. Esto hizo nacer una amistad entre mi padre y D. Gregorio que llegó a consolidarse y a fructificar en el campo político. D. Gregorio pertenecía al partido Republicano Conservador o Maurista.

En aquel ajedrezado tablero de la política en tiempos de la República, podríamos considerarle centrista-derechista, aunque las derechas repudiasen a D. Miguel Maura por responsabilizarle de la quema de Iglesias y conventos en el año 32 siendo él, Ministro de la Gobernación.

El lema y el emblema del partido era un mapa de España, con un 1 grande, que quería decir: "Primero España".

Esta nueva faceta de la vida, le abrió a mi padre amplios horizontes que de por sí, ya he dicho que era hombre abierto, sin ningún estudio tuvo amistades extraordinarias, incluso en el ámbito o rango nacional como el General Yagüe, a quien conociera de Capitán y los mencionados Miguel Maura, Jefe Nacional del Partido, e hijo del gran político D. Antonio Maura y Muntaner, ministro y líder del partido conservador en tiempo de Alfonso XIII y D. Gregorio Arranz Constituido el Comité del Partido Republicano Conservador, mi padre fue el tesorero. Podemos decir que mi padre era el hombre de con fianza de D. Gregorio, que le recibía siempre sin el menor protocolo. De este Comité formaban parte otras personalidades sorianas, como D. Bienvenido Calvo, D. Pedro Carretero, Manuel Caballero, D. Guillermo Mur y otros. Además de este potencial humano del partido, contaban con la adhesión del grupo, monárquico de. D. Felipe Las Meras. Todo esto convertía a Soria en el baluarte, del maurismo. Mi padre tenía asignados 70 pueblos para su propaganda electoral, disponía de coche y tenía la habilidad de conseguir siempre en su zona asignada la mayoría absoluta y abrumadora para D. Gregorio.

En estas campañas electorales, acompañaba yo, a veces, a mi padre a propuesta suya y a plena satisfacción mía. Y así hice varios viajes por la provincia el año 34. En uno me lleva mi padre a Las Fraguas, pueblo de ascendencia familiar. En otro viaje fui por la sierra a Povar y Carrascosa, etc.

Este año, como en las anteriores elecciones, D. Gregorio sacó la mayoría con gran diferencia sobre sus oponentes. Los otros dos puestos se los repartieron; entre la C.E.D.A. de Gil Robles, que era, el partido más potente de España del ala derecha y el tercer puesto fue para el partido Socialista, representado en Soria bastante, bien por Artigas, que no se dejaba comer la torta fácilmente.

En estas elecciones el triunfo en España fue de las derechas. Subió al poder Gil Robles y las izquierdas resentidas de su fracaso llevaron a cabo la revolución de octubre de Asturias y Cataluña. Simultáneamente la Falange celebraba su primer Consejo Nacional en Gredos.

Yo que estudiaba 4º de Bachiller, tenía 16 años y seguía siendo el "Chiquitín” del curso. Ya iba cuajando entre los estudiantes, la política con matiz subversivo más que ideológico o doctrinal. Era el eterno problema de la juventud, ese espíritu revolucionario de la edad. Existían las Juventudes Católicas, juventudes obreras en diversos partidos políticos sobre todo de izquierdas y el elemento estudiantil. También se intentó en Soria formar la juventud maurista que no se consiguió porque, el partido a escala nacional era muy débil y por lo tanto faltaba ese cimiento. Sin embargo, prácticamente, podemos decir que existía, aunque no de una forma oficial, de una forma afectiva, entre los hijos de los numerosos miembros, del partido.

Este curso en abril tuvo un accidente Antonio Caballero Delgado, al caerse de una tapia y romperse el tobillo. Quizá el maurismo fue un vínculo más que sumado al compañerismo me unió más estrechamente a Caballero. Su hermano Manuel era mayor que él, yo le llevaba un día, aunque los dos hermanos fuesen unos auténticos gigantes de 1,90 que contrastaba con mi pequeñez. El reposo y curación de Antonio coincidió en gran parte con el mes mayo, época coincidente con el mes de María y así después de salir de las Flores me llegaba a verle algunos días porque vivía cerca de los P.P. Franciscanos. lo seguía en mi línea espiritual, asistiendo a diversos actos religiosos, máxime cuando a final de curso queríamos pedir el favor a la Virgen, para que compensase nuestra deficiente aplicación, en esto me secundaban los demás compañeros entre los que puedo citar, como más en forma, en aquel momento a Alfaro, que me acompañaba muchos días a visitar a Caballero y con quien este año reaprendí a jugar al ajedrez, que ya había aprendido en la Sociedad de Padres de Familia de Quintanar a los 10 años y ya había olvidado.

Mi idealismo romántico seguía girando en torno a Eulalia, que ya he dicho que era hija, de un maestro jubilado D. Sinforiano y que era modistilla que era el gremio de más salero y que mejor se entendía con los estudiantes. Por mi parte yo esperaba con mucha más ilusión la fiesta de Santa Lucía, patrona de las modistillas, que Santo Tomás de Aquino, nuestro patrón.

Las estudiantes de entonces, eran "niñas bien", niñas tontas engreídas, y que me perdonen las simpatiquísimas de mi curso pero a las estudiantes les faltaba la alegría, la garra, el salero de las modistillas.

Nosotros estábamos en la edad, del pavo. El trío originario de amigos, fue aumentando. Primero fue Delfín Escartín, después fue Leoncio Hontoria quien completó el quinteto (no musical). Aquel invierno no nos dejaban todavía entrar en los bailes públicos por menores de edad, dicho sea de paso, tampoco nuestro bolsillo nos lo permitía, pues el "Dancing" costaba ¡6 ptas! y el "Numantino” 5. Entonces nosotros decidimos practicar nuestro primer curso de Danza, en el arte de Ptesícore. Estaban en obras, haciendo el "Talibesay” un café bar en la esquina de la Plaza de Mariano Granados con la calle Vadillos. La empalizada de la obra llegaba hasta la Plaza de la Leña y allí quedaba una acera un tanto camuflada que nos había de servir de pista. De música, nos serviamos de la misma del Numantino que atractivamente tenía un altavoz en el exterior. Nos faltaban chicas pues allí no llevamos a nuestro trío; pero buscamos chicas y las encontramos: dos Marcelas y dos Elisas como fijas y alguna amiguita que nos llevaban algún domingo. Aquel invierno bailamos como trompos a pesar de que teníamos que vigilar, pues nuestro baile era ilegal y clandestino y más de una vez nos echaron pero nosotros volvíamos. No aprenderíamos a bailar, pero lo pasamos fenomenal y fueron unas chicas más y de las primeras con las que alternábamos fuera de nuestras "Dulcineas" Ya que todo aquello no mermó en ningún momento el platonismo, la admiración y el respeto que sentíamos por Eulalia Teodora y Luisa, si bien es cierto que Ronco y Santiago no lo tomaron tan en serio como yo.

Todo esto tampoco impedía que yo con mis travesuras, amargase la vida al tío de Eulalia, el "Severo", que había cambiado de destino y ahora estaba en la Biblioteca de conserje, como antes, lo estuviera en el Instituto. En este sentido, diré que soy uno de los más antiguos lectores de la Biblioteca de Soria, pues ya antes de su instalación en la Plaza estaba en el Instituto y cuando no iba casi nadie ya me leí yo allí en el año 32 algunos cuentos entre ellos los '"Cuentos de las mil y una noches".

No sé como, quizá por Santiago, me había surgido una nueva amistad, la de D. Celestino Tajahuerce, sacerdote y profesor de Latín y Francés en un colegio y de Griego en el Instituto, muy erudito y muy abierto en su trato social, no se privaba de mirar las pantorrillas de las chicas y si estas eran hermosas

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nací el 24 de febrero de 1918 he muerto en 2009 pero esta historia la escribí yo.