jueves, 30 de julio de 2009

CAPITULO IV - SORIA

IV
SORIA
(21 de mayo de 1931 a 28 de febrero de 1937).

Cambio de tercio, cambio de provincia, cambio de edad.

Sí, dejo Burgos y entro en Soria, Dejo la infancia y entro en la adolescencia, no muy de lleno esta segunda cosa, ya que ­por mi constitución física, seguía siendo más niño que otra cosa.

La verdad es que sentí dejar el internado, yo hubiese preferido volver. Sin embargo fui yo la causa de este traslado. Mi madre estaba sustituida por aquellos viejos mareos y por lo tanto inactiva. Mis padres, inmersos en aquella sociedad del ahorro, vieron que con lo que yo les gastaba en el colegio podíamos vivir los cuatro en una capital. Mi internado, como todos, era caro, posible­mente el año que yo estuve en Aranda, gasté yo solo bastante más de 1.000 Ptas. cantidad exorbitante sin lugar a dudas, en aquellos tiempos, cuando el sueldo de mi madre eran ­2.000 Ptas. al año.

En la elección de nueva residencia, hubo dualidad de deseos e intenciones. Pare­ce ser que mi padre prefería Burgos, mientras que mi madre se inclinaba por Soria. No fue el capricho de mi madre, sino los razonables argumentos de ella los que convencieron y optaron por la pequeña ciudad del Alto Due­ro y allí fueron ellos el 15 de abril del 31 y allí fui yo el 21 de mayo.

Vivíamos en la Plaza del Vergel, nº 2, 2º izqda. lugar muy céntrico en la ­Ciudad. La casa era una casa vieja pero amplia y muy bien orientada. Tenía 5 dormitorios, comedor, cocina, despensa y servicio, y, en la parte somera de la casa una carbonera. Una: ventana al E. dos balcones y una ventana al S. y un balcón y dos ventanas al O. Éramos cuatro, mis padres, mi hermana y yo, Lucio se había casado el año anterior.

Yo era el estudiante que más cerca vivía, del Instituto, mi madre tenía cerca tres iglesias: Sto. Domingo, San Clemente y los P.P. Franciscanos, que era la que más frecuentaba, por más facilidades litúrgicas y por estar junto a la Plaza de Abastos y hacer sus compras. Estaba, muy cerca del Collado y al mismo tiempo cerca de las afueras y del campo. Soria era una pequeña y alargada ciudad de 7.000 habitantes.
En Soria teníamos a mi tía Severiana en la C/ Numancia 39, 2º y a mi tía Engracia en la C/ Real 60, ambas hermanas de mi madre. Tía Engracia moriría ese mismo año en un desgraciado accidente, arrojada por el tren, al que no oyó por su sordera, al pasar sobre el puente de la vía. Estaba haciendo una novena, a San Saturio en acción de gracias por haber venido bien de México su hijo Donato, y en ese ir a la ermita ocurrió todo.

Mi primer amigo fue José Antonio Bernal, era el tercer hijo de una familia burgalesa residente en Soria, de un acendrado catolicismo y políticamente, monárquicos hasta la médula: esta amistad vino por conducto de mi tía Severiana, Otro amigo en mis orígenes sorianos fue el sobrino de una Dª Petra, que luego se marcharía a América, igualmente de un catolicismo a prueba. El tercer amigo fue huérfano y dependiente de la sombrerería, que muy joven se marcharía religioso, aunque años adelante, con la guerra llegase a dejar los hábitos, pero con hábitos o sin ellos a mi me parecía que este Emilio no andaba muy lejos de la santidad. Considero afortunados estos principios en Soria que yo diría que fueron mi 4º puntal para afianzar mis ortodoxas creencias y mi vida de fe.

Aquel primer verano soriano tuvimos la natural y agradable visita de Lucio y Carmen que fueron a veranear y al mismo tiempo fue el momento de conocer el nuevo miembro de la familia, mi primer sobrino, José Luis. La llegada fue en tren y el niño salió del tren por el camino más corto. Por la ventanilla fue sacado y mi padre desde el andén cogió a su primer nieto con una alegría y una unción que irradió a los demás.

Durante el verano nos íbamos a bañar algunos días, los amigos a un remanso que había al pie del puente de hierro alto, hoy ya desaparecido, en el río Golmayo. Y así con la familia y con mis tres primeros amigos pasó el primer verano soriano.

De nuevo al empezar el curso, añoré el Colegio de Aranda. Pero puesto en marcha y con las clases empezadas pronto fue todo muy normal. Ya en el Instituto, nueva cantera de compañeros Iban a ampliar mi convivencia. Me encontró con la sorpresa de ver que también estaba allí Liduvina López Vicente, los demás compañeros, todos eran nuevos y había de todo; empollones como Sotero Díez Jimeno y Genaro Cacho; los hnos. Caballero "Manuel y Antonio con Adolfo Sanz eran los gigantes; Paco Lafuente y Guillén, eran los tarambanas; Santos Lapuente fuertote y tranquilo; los hnos. Vera Matilde y Eusebio de familia de indianos de Salduero de modales muy refinados; Antonio Sanz de Marco "Antolín", Felipe Morales Sebastián López Alfaro, Teodoro Ronco Martín, Carlos Vinuesa Salas y otros formaban el con junto masculino. Las chicas eran estupendas, partamos de la idea o principio de que la chica que estudiaba entonces, en general, era "bastante tonta", engreídas, vanidosas y antipáticas, con muchísimas excepciones, por supuesto, y en estas estupendas y numerosas excepciones entraba el grupo de chicas de mi curso. Angelines Longares, Juanita Sotillos, Rosita Vallejo, Nieves Medrano, Matilde Vera, Elvira Lamuedra, María Jesús Ibarra, Liduvina, Pura de Diego, Pilar García, Dolores Gª. etc. todas formidables de una sencillez y simpatía desbordantes.

Algunos éramos conocidos por algún apodo, como a Adolfo Sanz que le conocíamos por el poético pseudónimo de "Caga alubias", Antonio Sanz, por Antolín, yo era el "Chiquitín" así me llamaban y por ello respondía, no me molestaba y lo cierto era que el apodo se ajustaba perfectamente a la realidad.

Los profesores eran D. Lorenzo Cabrerizo, el "Chispillas" hombre menudo, llevaba barba corta y blanca, de edad madura y todo nervios, sus razonamientos matemáticos rápidos y originales, tenía muy en cuenta las faltas de asistencia, era el Profesor de Matemáticas. D. Alfredo Gómez Robledo, profesor de Francés, hombre enérgico, una de sus aficiones debía ser romper bastones encima de la mesa, era el coco de los alumnos, tenia muy en cuenta estas tres cosas: escribir en las paredes, las faltas de asistencia y tener los libros de texto. El profesor de Lengua, conocido por el "Maromo" era quizá algo desfasado. El de Geografía, canario, joven, soltero y provisional nos dio clase tan pocos días que no tuve ocasión de aprender su nombre, solo sé que era de derechas. D. Federico era el profesor de Dibujo, hombre incapaz de suspender y lo digo porque incluso a mi me aprobó, que me confieso que era un auténtico manazas. D. Juan Antonio Gaya, médico, Secretario del Instituto y Profesor de Gimnasia, era algo pariente de mi padre, que era primo de la madre del Dr. Gaya. Todos eran mayores excepto el de Geografía. Estos eran los profesores y compañeros de mi 2º curso de Bachiller en Soria.

El Instituto, antiguo convento de Jesuitas, con bella portada, tenía esa traza clásica de patio interior, rodeado del claustro donde estaban las aulas. Tenía dos plantas. Las aulas tenían un material muy anticuado y una estructura no menos arcaica, estrado para el profesor, y estrado mural para los alumnos sin mesas ni tableros de apoyo para escribir. En el centro de algunas aulas había dos o cuatro mesas bipersonales que por insuficientes en la mayor parte de los casos no se usaban y en otras como un profesor de Latín las tenía destinadas para el pelotón de los torpes. En una torreta del edificio estaba el observatorio astronómico y sobre la misma el anemómetro, que yo veía constantemente desde el comedor de mi casa y que alguna vez dio lugar a discutir mi padre y yo, sobre si giraba solamente para un lado o para los dos, ya que realmente mirando fijamente se producía esta ilusión óptica, de parecer que giraba en ambos sentidos.

Yo ayudaba a misa en los P. P. Franciscanos, ya había ayudado a misa estando en Quintanar y en Aranda, y de vuelta a casa, solía comprar el cuarto kilo de carne de cordero en el puesto de la Sra. Andrea, en la Plaza de Abastos, era la ración invariable para el clásico cocido, me costaba una peseta.

Aunque nunca fui al Colegio de los Franciscanos como alumno, ni di nunca una lección particular, como se habrían de poner en boga años más tarde, yo por mi asistencia a los actos religiosos y por mi calidad de monaguillo pronto conocí a los padres; Francisco, Timoteo, que era el confesor de toda la chiquillería soriana Gil ya mayor y cojo, José Bernardo de los más jóvenes, Fray Clemente, etc. por no citar más.

Yo iba poco a poco conociendo la política, seguía siendo monárquico, quizá más por nostalgia que por filosofía política, por candor acaso, pues he de decir que realmente yo no sabía si se podía ser otra cosa mejor que monárquico.

La vida que yo hacía, aparte de la estudiantil, era de barrio, como la de todos los chicos de mi edad, todavía no habíamos salido del cascarón. Como estudiante, el más grave percance en mi primer año en Soria, fue perder el texto de Francés. Un día, jugando a las bolas o a las canicas, los dejé en la acera de la calle y juega que te juega, que al marcharme me olvidé de los libros; esto parece intranscendente, pero sí sí…, aquello, como se suele decir trajo cola de largo. Ya he dicho que una, de las debilidades de D. Alfredo, era que teníamos que tener los libros de texto. Mi compañero en esta clase era Felipe Morales, hijo de un empleado de Correos, que más tarde marcharían a León y después moriría en Rusia, como soldado de la División Azul; pues bien, volviendo a la clase de Francés, cuando me tocaba leer o traducir se lo pedía a Felipe, y Don Alfredo me preguntaba, que dónde tenía el libro; al principio no me fue muy difícil inventar unas mentirillas oficiosas, de que me lo había dejado en casa, o se me había olvidado, etc. lo que no fue tan fácil doblegar a costa de mentiras la terquedad de D. Alfredo. Por otra parte yo tampoco quería decirlo en casa, no es que mi padre fuese un coco, pero teniendo en cuenta la estructura social y la mentalidad de entonces, yo sentía más el disgusto familiar que el temor al castigo, que ni lo esperaba. Por otra parte me era penoso pedirle a mi padre un dinero que tan tontamente había perdido yo. Esto me costaría dos suspensos consecutivos en Francés, en junio y en septiembre después de mi boyante Sobresaliente en primer curso; amén de los disgustos y preocupaciones durante este tiempo.

No guardo rencor a D. Alfredo, pero reconozco y soy profesor, que se pasó.
En Geografía de España, que era la mía, no tuve tampoco mucha suerte. Íbamos los de 2º y 3º juntos, teníamos un profesor que como he dicho nos dio muy poco tiempo clase, pues por unas causas o por otras faltó muchísimo; su ausencia se suplía a veces, por el de Gramática, otras por el Director, ambos ya bastantes viejos y no menos rancios, profesores de sus asignaturas pero no de Geografía. Anecdóticamente, dándonos clase el profesor titular, me preguntó que por dónde eran más pendientes los Pirineos si por España o por Francia Y.... "metí la pata" dije que por España. Entonces el profesor para que lo pudiese ver con mis propios ojos en un mapa en relieve que había junto a su mesa, me cogió, como a un muñeco, y me puso en su sillón de pie. La cosa hizo bastante gracia, por mi parte creo que me puse colorado ante mis 40 compañeros de ambos sexos y de los dos cursos. Otro hecho muy distinto fue que Guillén (que sin ánimo de ofenderle, era un tarambana) un día que había nevado se metió una bola en clase, íbamos de pantalón corto y se metía la bola entre la pernera del pantalón, con sus correspondientes aspavientos, otras veces se la metía por el pecho, a consecuencia de ello y estando junto a mi yo no podía retener la risa y fui expulsado de clase, cosa que me produjo una enorme preocupación, por si me habían puesto falta de comportamiento, no fue así y la cosa fue intranscendente. Guillén también murió en la Guerra, civil.

Esta, heterogeneidad de profesorado en esta clase de Geografía, no produjo ningún bien, además no creo que falte a la verdad si digo o califico de incompetentes aquellas suplencias. Todo esto dio lugar a que el profesor de la asignatura el día 1 de mayo viese un cuadro desolador ante sus ojos; con las notas que tenía delante dijo: "Estamos a 1 de mayo y de los 40 solo hay uno que tenga notas decentes". Todos me miraron a mí, cierto es que no podía ser otro, pese a los estupendos compañeros que había allí, pero de no ser por un "hobby" nadie podía sacar nada de aquella clase. Faltaban 20 días para los exámenes. Y llegaron, y a fuer de sinceridad y de mala suerte, debo decir que hice uno de los peores exámenes de mi vida; mal escrito, sucio, sin contenido y por si fuera poco se me derramó la tinta del tintero, sobre el ejercicio. Mi disgusto era mayúsculo. No obstante me dieron el sobresaliente y creo muy de verás que no me lo podían quitar, por otra parte demuestra el estado final del curso tan calamitoso en esta asignatura.
En Aritmética y Geometría, topé con D. Lorenzo, no pude hacerme con la asignatura y al final me dio el merecido suspenso, del que nunca me quejé, aunque me dolió.
En Gramática, a empujones saque un Notable, un tanto indefinido.
En Dibujo demostré ser un manazas y D. Federico ser muy misericordioso cuando me aprobó, como a todos.

En Resumen, fue un curso fracaso ¿a qué se debió? No lo sé. Pudo ser el cambio de Aranda a Soria, una inadaptación a un profesorado demasiado mayor, al cambio del internado, a mi prolongada niñez, a mi desmoralización ante el caso del Francés; no lo se, todo esto son conjeturas. La verdad es que D. Alfredo, me amargó el curso. Cuando al final del curso D. Alfredo me preguntó por las demás notas antes de darme la suya, que ya sabia que estaba suspenso, el decirle que un Notable en Lengua, puso una cara de asustado y de mala uva de cuidado, pero cuando le dije el sobresaliente de Geografía, que lo iniciaron las compañeras, se subía por las paredes, creyendo que yo me había dedicado a estudiar unas asignaturas y abandonado otras.
El detalle de las compañeras de decir mi so­bresaliente en Geografía al no atreverme yo, tuvo el gesto simpático de hacerle ver a Don Alfredo que no era tan nulidad como él podía creer al suspenderme en la suya. La verdad es que este suspenso me disgustó enormemente y por supuesto, nunca le he considerado justo.

En los recreos del Instituto, uno de los juegos más atractivos para mi era el trote, que consistía en montar a los de un corro burlando al guardián, para lo cual hacia falta mucha agilidad, ligereza y reflejos y para ello Paco Lafuente, Guillén y yo éramos unos águilas.
Este primer año, ocurrió un desgraciado accidente familiar. Fue la trágica muerte de mi tía Engracia, (hermana de mi ma­dre) estaba diciendo una novena a San Saturio, en acción de gracias porque habían venido mis primos Donato y Petra de México y uno de los días al pasar el puente de hierro fue arrojada por el tren, como ya se ha dicho.

A los calificativos que he dado a mi madre, debo de añadir que era muy familiar, este atractivo hacia la familia me da lugar a referir la situación y el parentesco. Mi tía Severiana vivía en Numancia 39 y mi tía Engracia, en Real 60. La primera, era viuda y la segunda casada con mi tío Santiago. Mi tía Severiana tenía dos hijos; Escolástico, casado en Abejar con Melania, y Petra casada con mi primo Donato y este a su vez hijo de mi tía Engracia. Por esta parte habían conseguido un aburguesamiento y formas refinadas y su ambiente social era el de una clase media alta. El Ambiente por parte de mi tía Engracia bajaba bastante, a excepción de Donato que se había entroncado en la rama de mi tía Severiana, al casarse con Petra. Salvo esta excepción, repito, la rama o descendencia de mi tía Engracia eran de muy humilde situación social. Su marido era el tío Santiago Elías, jornalero y tenían 5 hijos; Anatolia casada con "el Cojo»que a su vez tenían dos hijos Aurora y Santiago la segunda hija era Mercedes, madre soltera de Carlotilla, la tercera era Aquilina que se casó con Pepe, un malagueño simpático pero de un ambiente socio-moral bastante bajo, tenían tres hijos, Emilia, Ángel y Luis; el 4º Donato casado con Petra, y finalmente Carlota, soltera. Todos los primos carnales o primos hermanos citados, todos eran mucho mayores que yo, pues mi madre era la más joven, dato que aunque no lo parezca es importantísimo, ya que como he dicho en otro lugar pudo ser causa de que ellos, ya maduros cuando yo era un niño estuvieran al frente y más adelante en posesión del astronómico negocio de la Imprenta y Librería "Herrero y Hnos. sucesores" que mi tío Leoncio dejara por fallecimiento en México de extrañar, pero tanto por su formación moral, como por su posición social, el tiempo y el dinero crearon verdaderos abismos diferenciales en mi familia y rama de los Herreros.

Mi familia paterna, es decir los Millanes estaba entroncada, cerca de Soria, el grupo principal radicaba en Narros a 17 km. de la capital. Todos eran labradores Y con unas diferencias socioeconómicas no excesivamente acentuadas. En Narros estaban mis tíos Andrea, hermana de mi padre y su marido Daniel Casado, no tenían hijos y ya he dicho que mi padre sentía una especial predilección por ella. La casa que ocupaban era propiedad de los dos hermanos, una hermosa casa solariega del siglo XVIII con su bonito y artístico escudo, se la conocía con el nombre de "Casa de los Quintanas". También vivían en Narros, Manuel casado con Modesta de Carrascosa, Francisca casada con Romás Arancón, hermano de Modesta y Eleuterio, hijos los tres de mi tía Elena, también hermana de mi padre, para todos mi padre era un "Mecenas" nuestra tierra la llevaba, en arriendo el tío Leandro. Y claro es, si estando en Quintanar a más de 130 km. íbamos a veranear a Narros todos los años, ahora a 17 Kms. no fallábamos y siempre éramos bien recibidos ¡no faltaba más! era el mejor agostero que podían encontrar.
Los demás del entronque de los Millanes estaban dispersados por cercanías. En Aldealseñor teníamos dos primos Juanito hijo de mi tía Elena, y casado con María y Marcelino hijo
de mi tía Amalia casado con Asunción matrimonio sin hijos y ambos de una proverbial tacañería; Juanito tenía varios hijos, por entonces solo le habían nacido Santiago y Priscilo la vida de Juanito era muy normal. En Arévalo de la Sierra vivía Guillerma, hija también de mi tía Elena casada con Ladislao Miguel, secretario del Ayuntamiento de Arévalo, tuvieron cuatro hijos; y en Viana de Duero estaba Ezequiel el mayor de mi tía Amalia, casado con Valentina Virto maestra nacional, tuvieron 6 hijos de los que ya habían nacido por entonces todos, Amalia, José, Fermín, Pura, Emilia e Isabel. Como en la rama de los Herreros, en esta de los Millanes era también el "Benjamín" con una gran diferencia del resto de mis primos, aunque en esta rama el hecho sea intranscendente.

Centrándonos de nuevo en Soria. El verano del 32 en estudios fue fatal. Con mis dos suspensos a cuestas, no fue lo mejor y tuve mi trabajo y mi preocupación estivales. Como hemos visto D. Alfredo ganó y después de catearme tuve que agachar las orejas y comprarme los libros. Se los compré a Fernando Sanz, por un duro los dos tomos, este era un muchacho un tanto aventurero, vecino mío y que cara a las Fiestas de San Juan debía de tener el bolsillo muy desinflado. Yo no di lecciones particulares durante el verano, y ante la falta de esta ayuda, opté por dejar una asignatura colgando para el próximo curso, que serían las Matemáticas, que para mi eran el caballo de batalla y me dediqué a estudiar Francés que me gustaba más, al mismo tiempo que pretendía ablandar a D. Alfredo.

Así llegó septiembre y... todo salió al revés. Fui al Instituto con intención, claro es, de presentarme a Francés solamente; pero estando viendo el examen. de Matemáticas, que fue el primero, me nombraron porque estaba en la lista de los suspensos y me dio la corazonada y salí a examinarme, creo que temblaba como la hoja de un árbol. D. Lorenzo me miró en el momento del examen, y me preguntó que si era oficial, al decirle que sí me dijo: "dígame lo que quiera de Geometría", la verdad es que aquella oportunidad aún me hundía más no habiéndome preparado nada. Me lié a ojear el programa, y yo no veía nada, hasta que me decidí por la circunferencia. Me dijo, haz una circunferencia y traza un radio, un diámetro, una secante y una tangente y me aprobó. No había de salir así lo de Francés, a pesar de lo que me la había preparado.

Seguidores

Datos personales

nací el 24 de febrero de 1918 he muerto en 2009 pero esta historia la escribí yo.