Mi madre siempre decía “mi Lucio" y, como prueba, valga saber, Que en año 29
Mi madre acompañaba a Dña. Leandra, mujer de escasa cultura pero de delicadísimos modales. Era viuda de un militar, este Comandante la dejó viuda y sin familia y ella escogió aquel lugar y aquella familia sin hijos que eran mis tíos, para el resto de sus días. Tenía familia lejana en el pueblo, pero el tío Aquilino tenía muchos hijos y ella prefirió la paz de este hogar. Vivía su independencia era sumamente escrupulosa, poseía una gran paciencia y era muy dulce y agradable.
En mis postrimerías serranas, el año 29, tenía yo 11 años y mis padres decidieron que empezase a estudiar y me matricularon para examinarme de ingreso en septiembre en el Instituto de Soria, con la mala suerte de que suspendí y como era septiembre perdí un curso. De este suspenso no culpo a mi maestro, ni a profesores del Tribunal, ni a mis padres, ni a mi mismo, sin embargo me dejó un fuerte “amargor de boca”. Enfrentado de alguna manera con la vida, yo, como ya he dicho me había creado un complejo de timidez y de inferioridad a consecuencia de mi tartamudez, que estoy convencido que fue la principal causa de mi fracaso y que había de influir mucho en ulteriores ocasiones. Al año siguiente y en junio nueva intentona y no digamos con miedo sino con pánico, aprobé, pero era tal el temor que llevaba que no me dejó saborear la alegría de aquel aprobado. Pasó el verano y para septiembre ¿dónde? Yo había cogido miedo a Soria, por otra parte otros dos de Quintanar Delfín Bartolomé y Heliodoro Medrano iban a estudiar a Aranda y aquí se hizo el traslado de matrícula.
Para mi Quintanar simboliza a pesar de todo, un rinconcito del Paraíso Terrenal, aunque no se conjugue bien con aquellos encadenados y originales dichos sobre la zona serrana: Canicosa, mala cosa; Regumiel, mala piel; Vilviestre, mala peste, Quintanar mal hogar, dichos sin sentido pero que tanto se pegaban al oído.
Y antes de cerrar el capitulo de Quintanar, haré o completaré, como dirían los franceses "le portrait" de mis hermanos y especialmente de Gaudi. Los tres hermanos éramos muy distintos, era natural; Lucio era Cebrián, Gaudi Millán y yo Herrero sin embargo era una fraternidad armónica, repito que Lucio era el hermano mayor, en toda la extensión de la palabra, Gaudi a quien yo llamaba ”mi chacha" hasta bien entrados los 9 años y después durante muchos años la llamaba Dosia; el decir que era Millán era decir buena moza, guapa y tranquila. Era el momento de su pubertad y adolescencia lo que le daba ese carácter de rebelde y desobediente hacia mi madre, de la que de todas formas era muy distinta y había poco entendimiento, Nos peleábamos mucho, pero no nos acertábamos si no íbamos juntos a todas partes. Yo me pegaba más a las faldas de mi hermana que a los pantalones de mis amigos. No le tiró mucho el estudio, pero tenía bastante habilidad para las labores y la música, ella también era miembro-aprendiz de la rondalla de
En septiembre de l.930, íbamos los tres estudiantes a Aranda. A mi me acompañaba mi padre por ser el pipiolo de la cuadrilla o mejor dicho del terceto. Todavía volvería a pasar las Navidades 1.930-31 para definitivamente salir el 7 de enero de 1.931, para muchos años.
Pasarían como el que no quiere la cosa, nada menos que ¡37! años para volver a Quintanar. Sin embargo siempre se mantuvo viva la llama del recuerdo a lo largo de tan extenso período de tiempo y la ilusión y el deseo que nunca llegaba de volver a correr, o ya visitar los parajes de mi infancia.
Allí quedaba un cúmulo de ilusiones y recuerdos imborrables de la infancia que llegaron a convertirse en recuerdos de viejo, pero de viejo ilusionado.