domingo, 15 de noviembre de 2009

Soria V

Volviendo a nuestro bailoteo y a nuestros mariposeos, he de reconocer que lo pasábamos fenómeno. A mi en aquella época me daban de propina una peseta, ¡Dichosos tiempos aquellos! Con aquella peseta iba al cine, que me costaba 30 ó 40 cts. según la localidad. Me compraba un bollo de 10 cts. y con él merendaba, echaba otros 10 cts. a la rueda de los barquillos, compraba 10 ó 15 cts. de caramelos para endulzar a las amiguitas de turno y aún volvía con un real (25 cts.) a casa. Como se ve, mis gustos y aptitudes eran muy variadas; me gustaban varios deportes, la gimnasia al aire libre, fumar, las chicas, el baile, el cine, el ajedrez, la prensa, la Geografía, pero lo que no conseguía era aprender a montar­ en bicicleta- ¡Qué barbaridad! !Qué zote! Ya intenté en Aranda con las bicis del Colegio, y en Soria alquilábamos bicicletas de vez en cuando. Cogíamos el circuito de: Travesía de San Juan, c/ San Juan, c/ Las Fuentes, c/ Ca­balleros para bajar hasta la Pl. de San Este­ban para entrar de nuevo en la Travesía de San Juan; bueno mejor diría que para entrar en barrena en el portal que había enfrente ­después de haber saltado previamente la acera. Estaba visto que se me cerraban los horizontes para ser un Bartali o un Bahamontes.

Un año más llegó la fiesta de Santa Lucía, la de las modistillas y como siempre fui al baile. A pesar de mi apertura hacia ­las demás, con Eulalia yo seguía siendo el de los 14 años, aunque ya estaba en las vísperas de los 17. Tímido, en este aspecto; y en sumo grado. Los amigos parece que notaban hasta los latidos de mi corazón y lo que para mí iba muy en serio, para ellos resultaba una cosa bastante divertida, estaban más pendien­tes de mi actitud que de sus planes y tras vueltas y revueltas la pedía el primer baile, que aceptó. Yo no sé qué baile era, perdí la idea de tiempo, de lugar y de ambiente y llevar a Eulalia entre mis brazos y junto a mi pecho me produjo el momento más feliz de mi vida. Era algo etéreo, alado, impalpable. Sinceramente el día 13 de diciembre de 1935 es una fecha de mi vida, no clave, pero sí inolvidable con una colosal dosis de ventura. Una chica más sale a escena en mi vida: Rosario Redondo. Amistad superficial pero original y con fines originales. Esta chica físicamente no valía mucho, mimbreña y manejera para el baile, fue mi instrumento de aprendizaje para bailar el tango, que pe­se a mi voluntad y a la buena disposición de Rosario no conseguí aprender a bailarlo. Ella pertenecía a otra cuadrilla, sin embargo, era tal nuestra compenetración y simpatía en es­te sentido que cuando tocaban un tango, ella me esperaba y hasta dio alguna calabaza o negativa a alguno que se anticipó a pedirle el tango antes que yo. Esta afinidad, esta sim­patía, se quedaba en el baile, ya que nunca di ni una sola vuelta con ella por el paseo.

En la fiesta de Santo Tomás, como todos los años había programado; misa, banquete y baile, además este año había, también, para los que quisiesen una excursión a Logroño. Yo se lo comuniqué a mi padre, para lo primero seguía poniendo objeciones, mientras que para la excursión me dio toda clase de facilidades y efectivamente el 7 de marzo de 1935 mi primer viaje con el nombre de excursión o turístico a Logroño, la tercera capital que yo conocí de España. Con nieve en el Puerto de Piqueras llegamos a la capital de La Rioja; estuvimos en el Instituto, comimos en un bar del paseo de EI Espolón; no pudimos asistir a ciertas actividades que nos habían invitado los estudiantes de Logroño, sobre todo a una función teatral en el teatro "Bretón de los Herreros", ni a un partido de pelota, pero a pesar de todo lo pasamos bien, saqué una grata impresión de Logroño. Nos acompañó el profesor de Geografía "El Gallo", profesor bastante exigente, de edad madura, de cuello largo, posiblemente de ahí le vendría el apodo.

Otro curso que acabó, académicamente muy rapón. Todos aprobados, menos un Notable en Fisiología y otro en Física.

Este año en San Juan, se nos ocurrió ir a ver salir el Sol y tomar el chocolate en la Sierra de Santa Ana, una costumbre muy soriana, ¡qué casualidad! nos hicieron el chocolate, en vista de nuestra torpeza la hermana de Eulalia y sus amigas, que eran mayores. Entiéndase esto de mayores, no en el sentido de viejos, sino sencillamente de que nos podían llevar dos o tres o más años de edad. Nosotros íbamos Santiago, Ronco y yo, Ellas no nos conocían ni nosotros a ellas. La hermana de Eulalia era solo de padre, bastante mayor que ella y no vivía en casa, trabajaba aparte y por eso ella y yo éramos extraños entre sí.

Aquel verano se pasó entre fiestas de San Juan, como principio aunque fue un principio un poco triste, pues en plenas fiestas y remando en barcas se ahogó Alfredo Bueno, un chico algo mayor que yo y aunque no era de nuestra pandilla y ya estudiaba en la Universidad, era un chico de gran estimación entre todos los estudiantes.

La pandilla iba aumentando La parte de verano que pasé en Soria, íbamos muchos días a bañarnos a "las Chorreras" junto a San Saturio. También pase parte del verano en Narros, como casi todos los años y sin novedades dignas de mención, finalicé el verano con una aventura "donjuanesca" en Aldealseñor. Mi primo José Martínez Virto, hermano de Purita, fue a Soria el día 20 de septiembre de madrugada con la bicicleta desde Viana de Duero, yo estaba en la cama. El iba a la fiesta de San Mateo. de Aldealseñor y me animó para que fuese yo también él me llevaría en la bicicleta los17 kms. José tenía 19 años y yo 17 y ni corto ni perezoso me vestí, me preparé y "arre borriquita". En la Aldea lo pasamos fenómeno. Nos copamos dos chicas, Rosarito, la hija de. D. Pedro el maestro y otra chica de Castilruiz, que estaba pasando también las fiestas, que dicho sea de paso eran la "flor y la nata de de fiesta. Los mozos del pueblo no aceptaron que dos forasteros 'pingásemos el ramo" y se creó tal ambiente a lo largo de la fiesta que el día 23, tercero de la fiesta tuvimos que salir de madrugada "a uña de caballo" para evitar complicaciones mayores. Nuestro objetivo se había cumplido, lo habíamos pasado bomba.

También este verano conocí a Cinta en Narros, aunque por el monento intranscendentalmente.

Y así dimos paso al curso 1935-36, 6º y último de Bachiller.

Por mis hermanos supe que Esther había cambiado villalmanzo por el convento, marchándose religiosa. De momento lo sentí, sinceramente me gustaba, pero éramos lo suficientemente jóvenes para aceptar esta realidad tranquilamente.

En 6º curso teníamos Química, con D.Guillermo Mur; Historia Natural con Anselmo Plaza, Etica y Rudimentos de Derecho con D. Manuel Alba y Agricultura con D. Ildefonso Maes, Director del Instituto, de edad avanzada y a quien los estudiantes bautizamos don los no muy poéticos apelativos de "El Botas'' y "El Regadera". Residía en el mismo Instituto, Dios me perdone si en mi descripcidn influye el "cate,'! que me propinó en su asignatura; pero creo hacerlo con la mayor objetividad que me he propuesto y todavía añadiré que era de Zamora, tierra de héroes y de alguno que otro traidor como Bellido Dolfos, tierra, según D. Ildelfonso donde se criaban Ios mejores burros de España cosa que a los estudiantes nos hacía una pícara gracia. Entre los refranes u ocurrencias del Sr. Maes estaba aquella de: "Benavente, buena villa y mala gente" a lo que los de Benavente solían, contestar que: "si buena es la villa, mejor es la gente".

Cierto es también que la indumentaria no llegaba a lo que el nivel de vida de los 30 permitía, porque no dejaba de haber personas pulquérrimas y elegantísimas en Soria como en cualquier ciudad española y él se nos presentaba en clase con unas botas de mujer, es decir: de botones, muchas veces sin abrochar, quizá a esta muestra de haraganería debiera su apodo de "El Botas". En el resto de la Indumentaria, como en sus modales y en su trato dejaba algo que desear, al menos para Director de un Centro de Enseñanza Media, era un viudo y tenía una hija bastante mayor, pero de facciones hermosas.

Académicamente, para mi fue un curso pobre. La Química me costó mucho y no creo que pueda culpar a D. Guillermo que al final me aprobó no sin bastante preocupación de antemano por mi parte, La Ética 'y Rudimentos del Derecho, no recuerdo si saqué aprobado o notable, yo creo que con el aprobado estaba bien pagado, porque terminó el curso y nadie sabíamos de qué trataba la Ética y no llegamos al Derecho. Sinceramente, el profesor era una buena persona, simpático y galante como ya hemos dicho, a pesar de sus 60. Tengamos en cuenta que nuestras compañeras eran unos auténticos bombones de 16 a 19 primaveras, sino por su físico, si por su simpatía y de ello se debió dar perfecta cuenta D. Manuel. Yo, como profesor le hubiese suspendido. La Historia Natural me gustaba mucho pero eran tres tomos el texto, densos y difíciles: Geologla, Botánica y Zoología D. Anselmo era otra bellísima persona pero la asignatura se dio incompleta y deslabazada, conseguí un Notable. Y por último la Agricultura. Si tenemos en cuenta que mi padre era labrador y progresista en el mejor sentido de la palabra, le gustaba que todas las noches que llevaba Agricultura se la leyese en alta voz después de cenar y seguidamente la comentábamos; lo que hacía que además de gustarme la materia, tuviese la garantía de que más o menos superficial o profundamente llevase estudiada todos los días la Agricultura, cosa que, como todos sabemos no pasaría y de hecho no pasaba en las demás asignaturas. Llegó el examen, y tuve suerte, me salió bastante bien era oral y al terminar los compañeros me felicitaron, no había falta

miércoles, 11 de noviembre de 2009

SORIA IV

Los sufridos audientes de esta modalidad musical, no debía resultar muy armoniosa.

A su vez, la pandilla iba aumentando: Daniel, Alejandro, Pepe Pascual, Serafín, etc. Entre nuestras actividades de aquella primavera del 34, estaba el ir a jugar a la pelota al vecino arrabal de Las Casas de Soria. Al principio no fue la cosa mal, pero pronto los chicos del pueblo mostraron su hostilidad hacia nosotros, quizá a causa de unas rencillas de un lechero conmigo, lo cierto es que el segundo domingo tuvimos que hacer la retirada, éramos 4 y quedamos en volver, para lo cual les desafiamos. Efectivamente, después de una semana de preparación, volvimos 9 y tuvimos una auténtica batalla campal en las afueras del pueblo, adonde les llevamos en una fingida retirada, para darles la batalla fuera del pueblo, de la que salimos victoriosos. Volvimos otros domingos hasta demostrarles que no les teníamos miedo y todo esto a costa de peleas constantes en su propio terreno. Aquello era una auténtica guerra de pandillas para la que nos preparábamos y entrenábamos con hondas y tiragomas. El episodio más importante de aquellas escaramuzas fue un día que, simulando de nuevo la retirada nos siguieron hasta un cerro, donde repentinamente les atacamos cuando menos lo esperaban y se daban por vencedores. En este ataque uno de ellos, precisamente el citado lechero, se refugió en un carro de tableros que estaba volcado y ciertamente que las pasó “canutas” pues el susto se lo dimos cuando él se vio atrapado y que sobre el carro caía una auténtica lluvia de piedras como naranjas o melones y ante el temos de perecer aplastado salió con las manos en alto y no se le hizo nada, creo que ya llevaba bastante castigo con el miedo que había pasado. Se le dejó en libertad y también creo que fue lo que les hizo ceder en aquella obstinación de no dejarnos jugar en su campo.

En la primavera hicimos también una merienda, que bajo el punto de vista gastronómico debió de ser algo así como irse a comer un bocadillo al campo, pero sentimentalmente fue un momento feliz. Nos sentimos tan románticos que hasta ideamos grabar los nombres o iniciales de nuestras compañeras, que no eran otras que Teodora, Luisa y Eulalia. Es también un momento importante en ese infantil idilio, porque marca el final de una etapa y el principio de otra, concretamente por parte de Santiago y Ronco, que inician el declive.

Fuera de la pandilla y al margen de la misma conecté con otros amigos; Pepe de Almenar y Teódulo Modrego por la circunstancia de estar a pupilo de estudiantes en casa de Eulalia, de los que me llegué a sentir al mismo tiempo y en alguna ocasión, celoso, sobre todo de Teódulo. A este le hice yo fumador, pues en una ocasión le ofrecí un pitillo con insistencia y que él se resistía a aceptar, pero lo cogió y al mismo tiempo le insinué que se tragase el humo; como no supiese cómo hacerlo, le dije que teniendo el humo en la boca, absorbiese con fuerza y el resultado fue que a poco “echa las tripas” tró el pitillo y dijo que no volvería a fumar. Cuando volvió en septiembre se fumaba la cajetilla entera.

Llegó el verano y de nuevo volví a veranear una temporadita a Villalmanzo. Todavía me quedaba el buen gustillo del verano anterior y el recuerdo de Martina; pero este verano sería Esther González Valdivielso la ­que ocupó ese lugar preeminente en mi afecto y a la que llegué a querer de verdad. ¿Y Eulalia? sí, Eulalia seguía siendo el idealismo, Esther el realismo. Eulalia seguía siendo el ídolo al que adoraba, pero me sentía incapaz de manifestarle mis sentimientos, a Esther por el contrario le, llovían las palabras que

salían por mi boca a raudales. Yo creo que ese sueño dorado de Eulalia necesitaba, incluso ­exigía estas relaciones con otras chicas, para poder hacer o decirle a ella otro tanto, ­para que pudiese sonar el despertador que me espabilase del ese sueño platónico, Y profundo El caso es que Esther y yo a pesar de nuestros ­14 y l6 años respectivamente quedamos muy apalabrados, aunque no saliese fácilmente aquella palabra de “novios”, además esta palabra .todavía; inmadura me hubiera sonado a sacrílega, recordando a Eulalia.

José Luis tenía 3 añitos, y se entendía muy bien conmigo, aunque a veces mi carácter de chiquillo, gastase, bromas inadecua­das, o pesadas. Bebía mucha agua y tenia que ­ser, yo el que se la diese . Un día le dí a be­ber como casi siempre en el botijo, y según bebía por el pitorro pequeño yo soplé por el grande, ¡qué rato pasó el chiquillo! Otro día le dije ¿Quieres fumar? y el me contestó:

."pando sea ganón como, tu me zumaré un fumado", pero yo le insistí y conseguí oue absorbiese un poco, lo suficiente para pasar un ratito como el del agua. Y luego lo sentía de verdad el hacerle pasar esos ratos al chiquillo, que a pesar de esto no se separaba de mí y cada ­vez me quería más, y por supuesto que yo a él.

Entre bajar a Lerma, alternar con chicos, dedicar mis ratos a Esther, juguete­ar con mis sobrinos, pescar y fiestas se pasó mi estancia veraniega en Villalmanzo y regre­sé a Soria para empezar el curso 1934-35.

Este curso teníamos Física con D. Guillermo Mur un profesor joven, que había militado en Las filas del Partido Republicano Conservador, por lo que se conocía mucho­ con mi padre, aunque posteriormente se había pasado a la CEDA. Era un fervoroso católico, cumplidor de su deber y de modales muy suaves. No me iba a mí muy bien la Física, Pero salí adelante con ella y con notable. También teníamos Biología e Historia con Anselmo Plaza el "Piri", también bastante joven. Tenía Farmacia en los soportales y era bueno y blandengue con el curso.

Nada más empezar el curso, el 8 de 0ctubre, tuvimos una .vacación improvisada: había muerto nuestro gran sabio D. Santiago Ramón, y Cajal.

D. Manuel Alba nos daba Psicología y lógica. Era un hombre maduro, alegre y extremadamente. galante con las chicas. Yo no sé cómo se pasó el curso con él, pues no nos enteramos ni de qué trataba esta asignatura, Pero el caso es que al fin aprobamos.

El grupo de comañeros iba variando. Julio Jiménez y su primo José Largo Jiménez, habían incrementado el número de compañeros, eran, de Fuentestrín y excelentes compañeros. Ibáñez de Agreda, ex-seminarista y ya mayor, Domingo Delgado, Francisco Caballero de Ciria, los Hnos. Herrero Rioja de Covaleda y otros habían engrosado el curso, en cambio teníamos varias bajas, entre ellas la de Felipe Morales, Francisco Guillén, etc.

Estos años estaban en casa como estudiantes mi prima Purita y Emilio Cebrián, primo de mi hermano Lucio. A esta parejita, Santiago y yo les tomábamos un poco el pelo pues eran más jovencillos que nosotros y ellos en­tre sí de la misma edad también por aquel en­tonces, pasaban sus temporaditas Antonio Peña­randa y Benito Cebrián, estos ya mayores que ­nosotros y que ninguno de los dos se harían viejos, pues murieron en torno a los 30 años. También Guillerma y familia eran asiduos convivientes, entre toda clase de parientes, pues ya hemos dicho que mi casa era la casa de to­dos, tanto es que hasta el Sr. Antonio Neila ­entonces alcalde de Carrascosa y al que no nos unía ningún parentesco, pero que en una de las ocasiones se tiró en casa 8 días por una gran nevada que dejó incomunicada gran parte de toda, la provincia da Soria.

Ronco había abandonado sus pretensiones con Teodora y ahora era Carmen Jodra la que absorbía los sesos a Ronco. Santiago también había hecho la retirada y mariposeaba indistintamente según las conveniencias, yo era el que seguía soñando.

El caso de Ronco y Carmen era originalísimo Teodoro era un chico alto, 5 meses menos que yo tímido y despersonalizado por sus padres. Estos le prohibían terminantemente, ir con chicas, en este caso con Carmen, y la verdad es que se querían mucho. Ronco temía a su padre, que era carabinero, y ese temor le obligaba a cumplir las órdenes bastante tiránicas, entonces ellos no se hablaban sino que se escribían y al llegar al instituto por la mañana, él le metía el papelito entre los libros, y ella, se lo metía en el buzón de su chaqueta, que era el bolsillo de arriba. Por amistad, ­ ayuda y colaboración dio lugar este nuevo li­gue a que Leoncio y yo acompañásemos a Carmén Millán y a Fe, que eran de la misma cuadrilla de Carmen Jodra y mi prima Carlota, quien no hubise tenido inconveniente en que la hubiese acompañado yo.

A nuestros 16 y 17 años, teníamos por costumbre el estar estudiando hasta las 7 de la tarde y luego desde las 7 hasta las 9 de paseo. Era costumbre en Soria que a los bailes de las bodas, al menos a la mayoría, se pudiese entrar libremente, con el fin, de estar más animadas, y nosotros al salir a las 7 nos hacíamos el recorrido por los bailes de ­Soria por si había alguna boda y si no al paseo por El Collado hasta las 9. Despues solía entrar en La Amistad, que era uno de los casinos de sociedad y del que era socio mi padre con el fin de leer la prensa hasta las 9,45 ó las 10 que era la hora que mi padre tenía pa­ra subir a cenar puntualmente a las 10. Era un horario un tanto flexible, pero eso sí a ­ las 10 a cenar entre mis lecturas de prensa, leía de todo: “El Sol”, “Luz”, y “Heraldo de Madrid” que eran de izquierdas “ABC” y “el Debate” de derechas.

Por entonces todavía no me entraban los artículos de fondo, yo más bien iba a la información y así fue como llevé yo al día la guerra italo-abisinia y allí se me hicieron ­familiares los nombres de los generales; Badoglio, graciani, el Negus, Haile Selasie, del Ras, Seyún, de las ciudades de Harrar, Adua, Djibuti, etc. fue el primer gran acontecimiento ­de la historia contemporánea que llevé en regla.

SORIA III

No se privaba de mirar las pantorrillas de las chicas y si estas eran hermosas con más detenimiento y admiración de la be­lleza de las damas. Esto le valió las pullas y fama bastante deteriorada como sacerdote. Para mi era un amigo excelente y mi asesor en cuanto a lecturas.

Volviendo al Sr. Esteban "Severo" a quien le amargábamos más de una vez, pese a que yo le tenía cierta simpatía por el hecho de ser tío de Eulalia; pero unido a los demás yo era uno más en esas gamberradas de “quicenos” por las que todos pasamos.

En la Biblioteca se guardaba silencio pero de vez en cuando se oía un furtivo: “Severo” que a él le sacaba de quicio. Un día Había llovido y Santiago llevaba un paraguas que al entrar se dejaba a la entrada. Terminamos nuestra lectura y nos ­marchamos, cuando bajamos la escalera dimos los gritos de ritual: !Severo! !Severo! !Severo!, inmediatamente Santiago se dió cuenta de que se había dejado el paraguas, pero inmediatamente !también se había dado cuenta el Sr. Esteban y lo había cogido Quién subía por él Nada, había que buscar una solución, estudiar una estratagema, volvemos a la carga y encontramos nuestro talismán en la palabra “Severo”.

Entonces yo inicié mi ofensiva coral o vocal, el Sr. Esteban su ofensiva persecutoria, yo no muy deprisa para que me siguiese con el fin ­de alejarle un poco de la Biblioteca para, en ese momento, subir Santiago, coger el paraguas y largarnos. La operación rescate del paraguas había logrado su objetivo.

Yo, como consecuencia de toda esta serie de circunstancias, sin, poder ni querer ­prescindir de aquel semi-utópico romance con Eulalia, empecé a alternar con Elisa Gallardo, me gustaba y hasta la quería pero de distinta manera que, a Eulalia. Con Elisa todo era más natural, todo, más sencillo, Yo había cumplido los 16 años “recientitos” y Elisa tenía 13. Era bonita, agradable y simpática, pero mi querer no podía ser muy hondo, a pesar de mi mejor voluntad, Y fue la primera chica que besé como se besa a una chica.

Este curso, cuando llegó la fiesta de nuestro Patrón, SantoTomás de Aquino, tampoco entré en fiestas; estas consistían en: ­misa, banquete y baile. Mi padre, un tanto tacaño, no me dejaba participar. Bueno, esta tacañería de mi padre creo que esté justificada, y digo esta, primero, porque como ya he dicho, la sociedad de ahorro de entonces creaba en el sentido del dinero una mentalidad muy distinta a la sociedad de consumo, y par otra parte era, más que demasiado joven, demasiado pequeño y mi padre no lo consideraba oportuno. No obstante me colé en el baile por la ventana del Torapax (antiguo Dancing), pero mi pequeñez no fue tanta como para hacerme invisible y salimos disparados por la puerta, y nunca mejor aplicado el verbo "disparar” lo mismo podía haber sido entrar por la puerta y salir por la ventana ya que la técnica del puntapié del portero era bastante depurada, mi hermana a sus 18 años, vivía una vida muy suya. Prefería que no me pegase yo demasiado, cosa natural. Por otra parte, yo me iba sintiendo cada vez más seguro de mi mismo. Mis relaciones sociales con chicos de ambos sexos eran naturales y abiertas. Gaudi era una joven que, con todo lo que crea la juventud de los años 70 u 80, era de caracteres similares, muy independiente, rebelde, con su espíritu de contradicción, muy "chic", como dirían los de ahora, muy divertida y sociable y sigo opinando que de muy buena, presencia, como lo demuestra el hecho de tener muy buena a­ceptación entre los chicos. En casa no se en­

tendía bien con mi madre, y opino no por mi ­afinidad materna, pero creo que Gaudi en aquella época distaba bastante de ser un buena hija de su madre.

Mi madre iba envejeciendo demasiado deprisa Había trabajado mucho, por otra parte los embarazos y los partos la habían deshecho; una mujer que a los 30 años debía de ser más ancha que larga según nos decía ella, en los momentos de los 60 de edad no llegaba ni con bastante a, 40 kilos Su carácter conservador y tradicional era muy apto para asi­milar las rarezas de persona mayor. Nunca ha­bía sufrido una enfermedad importante sí ha­bía padecido de nervios, en eso también yo ­era hijo suyo, Y no usó nunca gafas y seguía bordando, únicamente el enhebrar la aguja le costaba y muchas veces se lo hacía yo. Pese a todo ello yo creo que era una santa mujer, y quisiera dedicarla mucho más espacio en estas páginas ya que creo que se lo merecía.

Mi tartamudez de tipo nervioso no cedía, y a mi mismo me parecía mentira que ­con aquella tara alternase en el plan que lo hacía. Consecuentemente con esta situación mi padre me llevó a un especialista, que me recetó unas gotas de vigoncal en la primera cucharada de alimento de cada comida; un sello de Tricalmi-Jiménez después de la comida y una ducha de agua fría de madrugada. Esta por no ­tener servicio adecuado para estos menesteres, cosa natural en aquellos tiempos, lo hacía con un jarrón de lavabo, sobre un coción de barro.

Mis padres sentían la natural preo­cupación no sólo en cuanto al momento por mis estudios, que no podían rendir lo que mi es­fuerzo pedía sino que a la larga veíamos to­dos las dificultades para poder ejercer cualquier profesión, y sobre todo la de maestro, para, la que se me veía ya la inclinación.

Por otra parte, yo que era el benjamín de toda la familia era la preocupación constante, pues fui bastante tardío en nacer y en desarrollar.

Gaudi y yo seguíamos chivateándonos, yo de sus novios y ella de mis pitillos, la ­verdad es que no conseguíamos gran cosa, si ­no era disgustar a mi madre, pues mi padre, aunque conservador convencional en política, en lo humano era un auténtico progresista, admitía las cosas como venían, además no necesitaba alterarse para guardarle el adecuado respeto; sin embargo a mi más me pesaba el sufrir de mi madre, que el respeto, a mi padre, por ­grande que este fuese,

Asi hemos llegado al final de mi bachillerato elemental que este año no tuvo reválida y fue curso afortunado en el sentido ­académico ya que fueron las mejores notas del bachiller: un sobresaliente en Historia Universal, tres notables en Algebra, Latín y Li­teratura y un aprobado en Dibujo y no es que fueran brillantes, Pero yo me sentía contento. Como se puede ver era un estudiante corriente y moliente, me gustaba divertirme, me gustaban las chicas y aunque mis notas no le demostraban llegué a adquirir un honorable prestigio, como estudiante.

Siempre fiel a mi quijotesco roman­ce, me gustaba sin embargo, alternar con o­tras chicas. Así los lunes miércoles y viernes teníamos Literatura a las 12 y libre de 11 a 12, hora que, bien fuese por el claustro del Instituto o por la c/ Aduana Vieja si era buen tiempo, Alfaro y yo, y a veces Ronco, nos juntábamos con Angelines Longares, que era una ­compañera encantadora, con Liduvina, con Elvira Lamuedra, Nieves Medrano, Rosita Vallejo o Juanita Sotillos, todas estupendas compañeras como cualquiera otra compañera del Curso, ­pues ya he dicho que las estudiantes de entonces eran bastante antipáticas, con permiso de, las de mi curso que eran una honrosísima excepción, es decir con dos o tres de ellas estudiábamos nuestra lección, de Literatura y además de verdad.

Mi casa estaba junto al Instituto, esta circunstancia, entre otras daba pie a ser el lugar de almacenaje de libros en caso de ­huelgas a las que tan aficionados éramos los estudiantes en tiempos de la República por la sencilla razón de darles la gana. Con este motivo en una huelga de Latín, que además teníamos examen y por lo tanto fuimos preparados a clase de nuestro libro de texto Y del volumi­noso diccionario de Latín de Raimundo de Mguel y decidida a huelga no íbamos a ir con todo ello encima, así que se llevaron a mi casa y se hicieron tres pilas de diccionarios y libros de más de un metro de altura; otras veces era dejarlas guitarras con motivo de ­rondallas, balones, ropa, etc.

Como suceso que pudo ser muy grave, fue que jugando por el Instituto me perseguía Sotero, Que a empollar me ganaba pero a correr no y salí disparado por la puerta en el momen­to que pasaba un coche grande y flamante de ­los recién estrenados por la Guardia Civil y a respetable velocidad, el coche me agarró ­pero con tan buena fortuna que mi carrera iba en, la dirección del coche y cogiéndome por ­detrás me dio con el paragolpes en las cor­vas en el cual me quedé sentado Cuando el coche 1113 después de su gran frenazo paró, el conductor estaba blanco y no sabia cómo reaccionar; no le quedó aliento ni para echarme ­una bronca por supuesto que las estudiantes que estaban allí, dieron un chillido solo com­parable al ¡¡ gol !! del equipo propio en ­un partido de fútbol, pero más chillón que el maullido de gato. Esto sucedía a la vista de los balcones de mi casa.

También este mismo año y en las fiestas de San Juan sufría un nuevo accidente al agarrarme a un coche en San Polo, cosa corrientísima en aquella época, y que al soltarme sufrí un gran revolcón por la fuerza de la inercia y al mismo tiempo fue una hermosa lección, ya que no volví a hacer osten­tación de agilidad en esté sentido.

Viendo mi juventud, confirma mi propia aseveración de que fui bastante tras­to y a fuer de sinceridad, tendré que decir que caía con frecuencia en la práctica del gamberrismo propio de los quincenos. Nuestro paseo por El Collado consistía muchas veces en poner zancadillas a las chicas y molestarlas con empujones, con nuestras carreras atropelladoras; sisar pequeñeces "al pepiniillero, etc. con lo que hacíamos víctimas de nuestras gansadas no solamente a las chicas sino al resto de los tranquilos paseantes. Por otra partte yo era especialista en la emisión ­de "regüeldos" ya que los eruptos nunca alcanzan esa sonoridad, que por los gestos de

martes, 10 de noviembre de 2009

SORIA II

Don Alfredo erre que erre, “no se apeaba de la burra" demostró ser rencoroso y de nuevo me suspendió. Sinceramente creo, y conmigo esta­ban muchos compañeros, que no se concibe sacar un sobresaliente en 1º de Francés y dos suspensos consecutivos, en junio y en septiembre en 2º curso a poco que se haya estudiado la asignatura.

Este mismo verano del 32, perdía dos buenos amigos: José Antonio Bernal se trasladaba a Burgos con su familia y Emilio que se iba al convento de Franciscanos de Zarauz.

A cambio entran otros dos en juego. Uno es mi primo Santiago Delso Elías también de Hontoria, hijo de mis primos Anatolia y Félix y nieto de mi tía Engracia. Tenía dos años y me dio menos que yo y empezaba a estudiar para septiembre, Nos encariñamos profundamente siempre estábamos juntos, nos llamaban los "Mellizos" más por nuestra inseparabilidad que por nuestra semejanza, y con él había de empezar y transcurrir mi adolescencia., con su transformación, problemas, etc. y los primeros contactos con chicas. El otro gran amigo fue Teodoro Ronco Martín, hijo de un carabinero, estudiante de mi mismo curso, que seguiría nuestra misma trayectoria en nuestros in­cipientes romances. A pesar de mi tardío desarrollo, pues seguía siendo el "Chiquitín" del curso, a pesar de ese complejo que seguía teniendo por mi tartamudez y de mi consecuente timidez, esa mayoría de edad respecto a mi peña de amigos, me daba un tono de líder del que yo hacia un uso discreto y consecuentemente con este velado pero real liderazgo, influía más que los demás en la vida de grupo o de pandilla. Otros factores que contribuían a esta situación, además de la edad, eran mi agilidad, mi posición social, mi situación cén­trica en la Ciudad, etc. Todo esto contribu­ía a que las reuniones fuesen en mi casa y cuando eran al aire libre, nuestro lugar de cita era a la sombra de un olmo, "la Pelona", en la parte alta de la Dehesa.

Nuestros vecinos eran gente decía se media. Enfrente, 2º derecha, teníamos un-matrimonio, ya mayor. D. Hilarión Ortega, policía retirado y su mujer la Sra. Micaela, tenían varios hijos, en aquella época ya ma­yores, el más pequeño Eloy tenía los 15 años. Mi madre solía jugar la partida de cartas dominguera con la Sra. Micaela, lo que quiere decir que las relaciones eran buenas, única­mente enturbiadas por mis travesuras de escalera que no soportaba muy bien D. Hilarión. Debajo de nosotros, en el 1º iz. vivía el Administrador del Vizconde de Eza y en el 1º der. Dª. Casilda, tía de mi compañera de curso, Pura de Diego, los cuatro formábamos una pequeña comunidad de vecinos muy unida.

Mi formación moral y religiosa es­taba consolidada a base de cuatro puntales formidables o al menos a ellos atribuí yo mi formación: mi madre, mi madrina, el Colegio y mis primeros amigos de Soria. Pero seguía siendo travieso, a veces con malos instintos; a más de un perro martiricé, no me faltaba el clásico tiragomas, con el que algún cris­tal doblé y a más de un viandante molesté, era el "quinceno", aunque formado en un sano ambiente familiar y, el respeto a mis padres y mayores nunca me faltó. Pian pianito, empieza mi tercer curso de Bachiller con una asignatura más por obra y gracia de D. Alfredo Gómez Robledo. En el Instituto seguíamos con D. Lorenzo en Geometría, D. Alfredo en Francés y D. Federico y su hija de profesor y auxiliar de Dibujo respectivamente y dos profesores nuevos; D. Mariano, sacerdote navarro de Latín y, ahora que no me oye, diré que bastante hueso y Pacheco, Alcalde de Soria, de Historia de España, era un señor elegante y tenía un estilo fumando impresionante. Era un profesor normal y corriente. Yo no logré con él la meta que esperaba alcanzar. Volviendo a D. Mariano, diré que fue el que creó en el curso el "pelotón de los torpes" que ocupaban las cuatro mesas centrales. Era exigente y, por supuesto, que nos hizo estudiar latín. Este pelotón estaba en constante renovación, hay que decir que algunos no salían y que otros, inexplicablemente, no lo llegamos a pisar. Al final tuve la suerte de aprobar, cosa que sinceramente, casi no me explico, y no es que no supiese, sino que el Latín no se me daba.

Fue un curso discreto, saqué todo el curso, incluido los dos cursos de francés, pero fue un aprobado tipo "standar". El Francés siguió siendo mi caballo de batalla a lo largo de todo el curso. D. Alfredo erre que erre no cejaba y a la primera de carga, me puso en la parte de las chicas, a mi solito en la 3ª. mesa, las dos primeras estaban ocupadas por las 10 chicas, para así controlarme mejor, pues D. Alfredo había cogido un concepto de mi, fatal, y allí tuve que demostrarle que no era tan vago, ni tan torero de clases, ni tan mala persona como él creía, y no digamos que fue nada fácil esta demostración para él, porque aproximándose el fin de curso, yo veía la cosa más negra que tiznada y hasta las compañeras le llegaron a decir a mi hermana que si yo quería aprobar el Francés tendría que marcharme a otro instituto.

Afortunadamente al final claudicó. No me leyó entre los suspensos de 3º, y como yo tenía pendiente el de 2º, al salir me quedé para decírselo, ya que mientras no tuviese firmado el aprobado de 2º no podía firmarme la papeleta de 3º. Esto para mí supuso un terrible sofoco y no digamos con temor sino con pánico, cerval le planteé este asunto y por primera vez en dos años saboreé la sonrisa y simpatía de D. Alfredo; me pidió la papeleta de 2º, me la firmó en el acto y con ella firmada me mandó a Secretaría a por la de 3º para que se la presentase. Con este gesto terminó mi contacto con D. Alfredo, gesto que borró todo lo anterior y dejó en mi un sedimento de aprecio hacia él, a pesar de todos los pesares y, de todas las amarguras anteriores.

En el ambiente de chicos, aparecen las chicas, es en juegos de barrio y en ambiente de vecinos. También en el círculo de amigas de mi hermana, pues seguía siendo el "hermano pequeño". Entre estas, estaba mi prima Aurora y más aún Juanita. Miguel Verde; era algo mayor que Gaudi, yo seguía siendo un niño, 'Juanita me llevaba de la mano, me mimaba, me daba caramelos, era una hermana mayor de calle para mi. Yo llegué a sentir un gran aprecio por ella, podría decir que me llegué a enamorar de la forma que lo puede hacer un chiquillo de 13 años, platónicamente, cándidamente, ingenuamente.

En un plano de igualdad, había tres vecinitas que vivían en Aduana 21, es decir,

junto a casa: Las hermanas Teodora y Luisa, hijas del herrero Sotero Mayor. Eran 7 hermanos. Teodora un año menos que yo y Luisa 2 años menos que su hermana. La otra era Eulalia Pérez, hija de un maestro jubilado por enfermedad. Otra era Julia, la carbonera. Todas jugaban con nosotros en el barrio a los juegos del tiempo, quizá al que más a "Justicias y ladrones". Luisa y yo éramos los que más corríamos. Teodora a sus 13 años era la más asentada, Eulalia era menudita y para mi gusto la más guapa y Julia la más arisca y antipática. Nosotros éramos Santiago, Ronco y yo. Formábamos un trío inseparable para completar el cuarteto se nos unía algún vecino más como Felipe o algunos veranos Germán que habitualmente vivía en Toro con su abuela; era hermano de Pablo y Bernabé.

Eran unas amigas encantadoras y pronto manifestamos nuestra predilección. Ronco se sintió atraído por su tocaya Teodora, Santiago por Luisa y yo por Eulalia. Seguíamos jugando todavía, no pensábamos en el paseo, pero aquella predilección pronto se transformó en afecto y una noche yo tuve un sueño feliz con Eulalia y a partir de aquel día el afecto se convirtió en amor, amor platónico sí, pero amor puro y sincero como nunca había de volver a sentirlo: Había surgido mi primer amor, un amor invisible, impalpable y de momento puedo asegurar que unilateral, además era tan mío que por mi natural timidez era incapaz de una manifestación amorosa y mucho menos de una declaración. Yo sentía la felicidad cerca de Eulalia, a veces me conformaba con contemplarla furtivamente por la rendija detrás de una puerta. Si me asomaba a un balcón o ventana de mi casa, la primera mirada era a sus balcones, si subía por la C/ Sanz del Río (hoy del Instituto) a su balcón iban mis miradas, siempre furtivas, siempre disimuladas, siempre tímidas, pero siempre deseosas de posarse en ella. En estos principios, yo tenía. 14 años y Eulalia 12. A veces teníamos "la osadía" de invitarlas a algo, unos cacahuetes, unos caramelos y entonces lo hacíamos los tres en bloque, uno solo, jamás nos hubiéramos atrevido, ellas tenían que notarlo a pesar de nuestras cautas y temerosas precauciones. Eulalia era sobrina del Sr. Esteban, alias "Severo", el conserje del Instituto a quien los estudiantes no endulzábamos mucho la vida. Quizá y sin quizá fuesen estas románticas aventuras infantiles y adolescentes, la causa de aquel 3º curso tan ramplón, todos aprobados sí, pero eso, aprobados. Lo cierto es que yo me sentía feliz. Así en esa preidílica situación pasamos aquel 3º curso de 1.932-33.

La política para mí, era intranscendente. Era lo que se decía entonces. "de derechas". Sí que oía conversaciones de descontento y alarma, Sanjurjo se habla sublevado el 10 de agosto del 32 en Sevilla, rebelión que fue sofocada y Sanjurjo y otros cómplices fueron deportados a Villa Cisneros, pero a pesar de todo me importaba un comino la política. En lo religioso, seguía más firme en mis creencias. Era un cristiano convencido, ortodoxamente católico, Mi confesor era el P. Timoteo, bueno, yo creo que era el confesor de todos los chicos de Soria. Seguía de monaguillo, ahora en San Juan de Rabanera y poco después sería en el Carmen, donde se daba la circunstancia de que el Capellán de las monjas (entonces no había frailes en el Carmen) se llamaba D. Félix Carretero, el sacristán era Félix, el zapatero y yo el monaguillo también Félix, el otro monaguillo era Santiago.

También en este curso estrené traje de pantalón largo, era un color café con leche oscuro y rayado y "chanchullo" y con este traje me saqué la primera foto de mi vida con mi hermana. Mi hermana era ya una mocita hecha y derecha, yo creo que era muy guapa, alta, morena que daba ocasión a ser bastante solicitada. En esta foto teníamos 17 y 14 años, era noviembre de 1.932.

Mi hermana y yo seguíamos peleándonos mucho. Esto no mermó nunca nuestro amor fraterno, pues como vengo diciendo, yo iba mucho con ella, y como decía mi madre: "con lo que se pegan y no saben ir solos ni a mear".

En estas peleas y pugna entre hermanos, entraba el "chivateo". Yo me chivateaba si la veía con chicos y ella se chivaba cuando me veía fumar, si bien mi padre pasaba bastante del Chivateo y de aquellas diferencias fraternas.

Mi casa, puedo decir que, era de toda la familia. Allí venían de Narros, de Amajano, del Cubo de la Sierra, de Viana de Duero, de Arévalo de la Sierra, de Judes, etc. lo mismo Millanes, Herreros que Cebrianes. Debía ser sumamente acogedora, si bien a mi hermana, sobre todo, y a mí también, no nos hiciese mucha gracia aquello de tener huéspedes todos los jueves del año por mercado y las Fiestas de San Juan, incluso cualquier día de la semana porque había que resolver algún asunto en la ciudad. Otros rebasando estas frecuentes visitas se aposentaban algunas temporaditas, es decir que era una auténtica pensión, pero eso sí, gratuita. Además mi padre era una especie de introductor y conductor de aquellos que venían a él. Se había creado en Soria un aceptable ambiente, que había de crecer más con los años: Insisto que mi padre, pese a ser labrador, tenía un don de gentes poco común.

En mi casa, como en la clase media de entonces, se comía el clásico cocido que por las dichas circunstancias había que añadir un plato extra, que solía ser a base de salchichas o pescado. En los cumpleaños mi padre compraba siempre pasteles y nunca faltaron los turrones en Navidad, los buñuelos de viento y huesos de santo, en los Santos y los hormigos en la noche de San Antón. A esto se improvisaba, la repostería casera de mi madre que de vez en cuando hacía rosquillos, cañas ó churros:

Llegamos al verano del 33 con todo el curso aprobado y yo fui a pasar un veranillo a Villalmanzo, a casa de mi hermano Lucio. Mis amigos eran chicos que habían sido discípulos suyos y allí empecé a bailar con aquel movimiento de "dos pasitos con el pie derecho y dos con el izquierdo" y al final conocí una chica, Martina, muy maja, al menos a mi me gustaba y con ella bailé en la romería de Manciles, donde fui su "galán de compañía" con mis 15 años. Lo pasé en Villalmanzo fenomenalmente. El ser hermano del maestro me abrió las puertas de muchas amistades.

Durante mi estancia Veraniega en Villalmanzo cogí varias fiestas: La Virgen de Agosto, Las Reliquias, La Romería de Manciles y Las Fiestas de Lerma.

En las cercanías había maestros que frecuentaban la casa de mi hermano: D. Isidro, maestro de Quintanilla del Agua, D. Tomás Gil de Villamayor, etc. Eran jóvenes. Un día, estando yo, se juntaron en Villalmanzo, y mi hermano me mandó a por tres puros, D. Isidro insinuó, que por qué no cuatro (uno para mi, Lucio me encargó los tres y aceptó que me permitiría fumar un pitillo. El sabía que yo fumaba, pero yo me ocultaba de él como de mi padre, pues siempre tuvimos mucho respeto a mi hermano Lucio; no obstante ante la insistencia y las garantías que me dio ante los compañeros, me permitió fumar un pitillo y pronto se dieron cuenta de que me tragaba el humo.

En Villalmanzo mi vida era muy variada. Me iba con los amigos a los majuelos, de paseo al baile, etc.

Al regreso paré en Hontoria, a las fiestas de San Cosme y San Damián, donde confirme mi alternativa de bailarín que había tomado en Villalmanzo. Lo pasé muy bien e hice la intención de volver más veces Villalmanzo y Hontoria, sin embargo con qué ilusión volvía a Soria, atraído por aquel callado amor a Eulalia y toda aquella ilusión se reducía poderla ver y a poderla mirar; esto bastaba para hacerme feliz. Mis sueños dormidos y despiertos giraban en torno a esta ilusión.

Ya en Soria de regreso de vacaciones, el tiempo venía justo para comenzar el curso.

En 4º teníamos Álgebra y Trigonometría con D. Lorenzo, Latín, con D. Felipe Andrés, Historia Universal, con D. Juan Antonio Gaya y Literatura con una Sra. Empezando por ésta última que no me acuerdo como se llamaba, recuerdo su fisonomía y su labor profesional con simpatía, solo sé que era la Sra. del Sr. Tudela, soriano de solera cultural. El curso de Latín, fue un auténtico choteo, debido a la excesiva bondad de D. Felipe. Este era un sacerdote pequeño, llenito de carnes, con su nevada cabeza y por supuesto ya muy mayor. Opino que merecía estar en los altares, pero al terminar el 2º curso de Latín, todos sabíamos menos Latín que cuando el 1º. A mi me dio notable y me parece que fue la nota mínima, pues yo no sé de nadie que se quedase en aprobado. En cuanto a las Matemáticas de 4º, álgebra y Trigonometría me resultaban inasequibles e inexpugnables. Dábamos la clase en un aula del 1º piso y desde el primer día me puse en la primera mesa y el más próximo a D. Lorenzo. Realmente era una temeridad ponerse tan a tiro del "Chispillas", pues además conociéndole, sabía que me exponía a un constante bombardeo de preguntas que no contestasen los demás, y que no resolviendo yo iba a ser causa de un permanente ridículo, sin, embargo, me atuve, conscientemente a estas consecuencias que, realmente se dieron, pero que al final también, llegué a vencer a costa de poner mi voluntad a prueba. Después siendo maestro me di cuenta de que posiblemente D. Lorenzo se dio cuenta de mi lucha, de mi esfuerzo y de mi constancia y de ahí que se estableciera una corriente de simpatía recíproca entre los dos y que dio como fruto no que el estudio, que al principio me resultase odioso, sino que acabase por agradarme y yo veía como los dos últimos meses y sobre todo el último mes pude superar todas las malas notas del curso, que no eran pocas.

Todavía el primero de mayo hicimos un compromiso de Sebastián López Alfaro y yo, consistente en que si yo aprobaba le invitaría a una "Lengua de Obispo"; y él que había llevado, mejor curso me invitaría a mí a otra si le daban notable. A los 22 días recogíamos las notas con la sorpresa al encontrar resultados inversos, el notable era el mío y el aprobado el suyo. Así terminó con D. Lorenzo Cabrerizo del que, con su genio avinagrado y vivo, guardo un grato recuerdo. Todavía recuerdo aquellas frases tan suyas como esta: "alcachofa más escupidera igual a zapatilla rusa". Estudié con él tres cursos y fue una escala ascendente: en 2º suspenso; en 1º aprobado y en 4º notable.

En Historia Universal tuve, la no muy buena suerte de tener un profesor de lejano parentesco (su abuela paterna era prima carnal de mi padre), pero lo suficiente para que pensasen muchos que yo tenía un chollo y el mismo profesor se encargó de demostrar con su actuación más que con su imparcialidad, que allí no había el supuesto enchufe. Esta asignatura era una de las mías y la llevé muy bien todo el curso. La estudiamos por el "Clío" de Ballesteros y al final dio dos clases de notas, unas en firme y otras de aspiración a nota superior. Yo esperaba sobresaliente con opción a matrícula de honor pero me dio notable y, claro es, me presenté y conseguí el sobresaliente, pero no había más que una opción y tuve que plantarme, y quedarme sin la nota máxima de honor.

El 6 de octubre del 33 nacía Carmiña, mi segunda sobrina o mejor dicho primera sobrina en Villalmanzo.

Este año, voy saboreando la política. Me voy dando cuenta, de lo que son las derechas y las izquierdas. Mi política no era de acción, convicción o formación, sino más bien de información, yo diría de simpatía y de influencia, familiar y de un ambiente. Aunque yo siempre fui más HERRERO que Millán y heredé, muchas cosas de mi padre y una de ellas fue esta política tangencial. MI padre era lo que se dice apolítico; pero la participación en política de D. Gregorio Arranz Olalla, le arrastró a tomar parte activa en estas lides. D. Gregorio era natural del pueblecito de Muñecas abogado y, como tal, había intervenido en ciertos pleitos derivados de la herencia mexicana y posiblemente en los de la suerte de pinos de Quintanar, en todos ellos había salido favorecido o vencedor mi padre. Esto hizo nacer una amistad entre mi padre y D. Gregorio que llegó a consolidarse y a fructificar en el campo político. D. Gregorio pertenecía al partido Republicano Conservador o Maurista.

En aquel ajedrezado tablero de la política en tiempos de la República, podríamos considerarle centrista-derechista, aunque las derechas repudiasen a D. Miguel Maura por responsabilizarle de la quema de Iglesias y conventos en el año 32 siendo él, Ministro de la Gobernación.

El lema y el emblema del partido era un mapa de España, con un 1 grande, que quería decir: "Primero España".

Esta nueva faceta de la vida, le abrió a mi padre amplios horizontes que de por sí, ya he dicho que era hombre abierto, sin ningún estudio tuvo amistades extraordinarias, incluso en el ámbito o rango nacional como el General Yagüe, a quien conociera de Capitán y los mencionados Miguel Maura, Jefe Nacional del Partido, e hijo del gran político D. Antonio Maura y Muntaner, ministro y líder del partido conservador en tiempo de Alfonso XIII y D. Gregorio Arranz Constituido el Comité del Partido Republicano Conservador, mi padre fue el tesorero. Podemos decir que mi padre era el hombre de con fianza de D. Gregorio, que le recibía siempre sin el menor protocolo. De este Comité formaban parte otras personalidades sorianas, como D. Bienvenido Calvo, D. Pedro Carretero, Manuel Caballero, D. Guillermo Mur y otros. Además de este potencial humano del partido, contaban con la adhesión del grupo, monárquico de. D. Felipe Las Meras. Todo esto convertía a Soria en el baluarte, del maurismo. Mi padre tenía asignados 70 pueblos para su propaganda electoral, disponía de coche y tenía la habilidad de conseguir siempre en su zona asignada la mayoría absoluta y abrumadora para D. Gregorio.

En estas campañas electorales, acompañaba yo, a veces, a mi padre a propuesta suya y a plena satisfacción mía. Y así hice varios viajes por la provincia el año 34. En uno me lleva mi padre a Las Fraguas, pueblo de ascendencia familiar. En otro viaje fui por la sierra a Povar y Carrascosa, etc.

Este año, como en las anteriores elecciones, D. Gregorio sacó la mayoría con gran diferencia sobre sus oponentes. Los otros dos puestos se los repartieron; entre la C.E.D.A. de Gil Robles, que era, el partido más potente de España del ala derecha y el tercer puesto fue para el partido Socialista, representado en Soria bastante, bien por Artigas, que no se dejaba comer la torta fácilmente.

En estas elecciones el triunfo en España fue de las derechas. Subió al poder Gil Robles y las izquierdas resentidas de su fracaso llevaron a cabo la revolución de octubre de Asturias y Cataluña. Simultáneamente la Falange celebraba su primer Consejo Nacional en Gredos.

Yo que estudiaba 4º de Bachiller, tenía 16 años y seguía siendo el "Chiquitín” del curso. Ya iba cuajando entre los estudiantes, la política con matiz subversivo más que ideológico o doctrinal. Era el eterno problema de la juventud, ese espíritu revolucionario de la edad. Existían las Juventudes Católicas, juventudes obreras en diversos partidos políticos sobre todo de izquierdas y el elemento estudiantil. También se intentó en Soria formar la juventud maurista que no se consiguió porque, el partido a escala nacional era muy débil y por lo tanto faltaba ese cimiento. Sin embargo, prácticamente, podemos decir que existía, aunque no de una forma oficial, de una forma afectiva, entre los hijos de los numerosos miembros, del partido.

Este curso en abril tuvo un accidente Antonio Caballero Delgado, al caerse de una tapia y romperse el tobillo. Quizá el maurismo fue un vínculo más que sumado al compañerismo me unió más estrechamente a Caballero. Su hermano Manuel era mayor que él, yo le llevaba un día, aunque los dos hermanos fuesen unos auténticos gigantes de 1,90 que contrastaba con mi pequeñez. El reposo y curación de Antonio coincidió en gran parte con el mes mayo, época coincidente con el mes de María y así después de salir de las Flores me llegaba a verle algunos días porque vivía cerca de los P.P. Franciscanos. lo seguía en mi línea espiritual, asistiendo a diversos actos religiosos, máxime cuando a final de curso queríamos pedir el favor a la Virgen, para que compensase nuestra deficiente aplicación, en esto me secundaban los demás compañeros entre los que puedo citar, como más en forma, en aquel momento a Alfaro, que me acompañaba muchos días a visitar a Caballero y con quien este año reaprendí a jugar al ajedrez, que ya había aprendido en la Sociedad de Padres de Familia de Quintanar a los 10 años y ya había olvidado.

Mi idealismo romántico seguía girando en torno a Eulalia, que ya he dicho que era hija, de un maestro jubilado D. Sinforiano y que era modistilla que era el gremio de más salero y que mejor se entendía con los estudiantes. Por mi parte yo esperaba con mucha más ilusión la fiesta de Santa Lucía, patrona de las modistillas, que Santo Tomás de Aquino, nuestro patrón.

Las estudiantes de entonces, eran "niñas bien", niñas tontas engreídas, y que me perdonen las simpatiquísimas de mi curso pero a las estudiantes les faltaba la alegría, la garra, el salero de las modistillas.

Nosotros estábamos en la edad, del pavo. El trío originario de amigos, fue aumentando. Primero fue Delfín Escartín, después fue Leoncio Hontoria quien completó el quinteto (no musical). Aquel invierno no nos dejaban todavía entrar en los bailes públicos por menores de edad, dicho sea de paso, tampoco nuestro bolsillo nos lo permitía, pues el "Dancing" costaba ¡6 ptas! y el "Numantino” 5. Entonces nosotros decidimos practicar nuestro primer curso de Danza, en el arte de Ptesícore. Estaban en obras, haciendo el "Talibesay” un café bar en la esquina de la Plaza de Mariano Granados con la calle Vadillos. La empalizada de la obra llegaba hasta la Plaza de la Leña y allí quedaba una acera un tanto camuflada que nos había de servir de pista. De música, nos serviamos de la misma del Numantino que atractivamente tenía un altavoz en el exterior. Nos faltaban chicas pues allí no llevamos a nuestro trío; pero buscamos chicas y las encontramos: dos Marcelas y dos Elisas como fijas y alguna amiguita que nos llevaban algún domingo. Aquel invierno bailamos como trompos a pesar de que teníamos que vigilar, pues nuestro baile era ilegal y clandestino y más de una vez nos echaron pero nosotros volvíamos. No aprenderíamos a bailar, pero lo pasamos fenomenal y fueron unas chicas más y de las primeras con las que alternábamos fuera de nuestras "Dulcineas" Ya que todo aquello no mermó en ningún momento el platonismo, la admiración y el respeto que sentíamos por Eulalia Teodora y Luisa, si bien es cierto que Ronco y Santiago no lo tomaron tan en serio como yo.

Todo esto tampoco impedía que yo con mis travesuras, amargase la vida al tío de Eulalia, el "Severo", que había cambiado de destino y ahora estaba en la Biblioteca de conserje, como antes, lo estuviera en el Instituto. En este sentido, diré que soy uno de los más antiguos lectores de la Biblioteca de Soria, pues ya antes de su instalación en la Plaza estaba en el Instituto y cuando no iba casi nadie ya me leí yo allí en el año 32 algunos cuentos entre ellos los '"Cuentos de las mil y una noches".

No sé como, quizá por Santiago, me había surgido una nueva amistad, la de D. Celestino Tajahuerce, sacerdote y profesor de Latín y Francés en un colegio y de Griego en el Instituto, muy erudito y muy abierto en su trato social, no se privaba de mirar las pantorrillas de las chicas y si estas eran hermosas

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nací el 24 de febrero de 1918 he muerto en 2009 pero esta historia la escribí yo.